Recorremos el Paseo de Echegaray y Caballero - Enjoy Zaragoza
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Recorremos el largo Paseo de Echegaray y Caballero junto al Ebro

Vista del Pilar

Nos vamos a pasear junto al río Ebro. Recorramos los 3 kilómetros de longitud que tiene el Paseo de Echegaray y Caballero.

Una agradable caminata entre la plaza Europa y el Puente Manuel Giménez Abad de la Z-30, ya en el barrio de Las Fuentes. Y de paso os contamos alguna curiosidad sobre esta calle histórica de Zaragoza.

Texto e imágenes: Armando Cerra

Eso es lo primero que hemos de aclarar. Se trata de una vía que se creó a mediados del siglo XIX. Un momento de importantes cambios en el urbanismo de Zaragoza. De hecho, por esos mismos años se estaba abriendo y construyendo la calle Alfonso I, cuya historia ya os contamos hace unos meses.

Hasta entonces habría un camino más cercano a las aguas del río, inundado con cada riada. De manera que se decidió acometer la construcción de esta nueva vía y elevarla varios metros sobre el cauce. Una calle que al principio fue obviamente el Paseo de la Ribera, pero que acabó teniendo una denominación más folklórica. ¿Por qué? Acabó homenajeando al dramaturgo Miguel Echegaray y al compositor Manuel Fernández Caballero, creadores en 1898 de la zarzuela Gigantes y Cabezudos.

Un cambio más en la dilatada historia de esta calle. Como os podéis imaginar, en principio no era tan larga. Su longitud ha crecido con el tiempo. E incluso hay modificaciones muy recientes, cuando para la Expo 2008 se ajardinaron varias zonas o se lanzó el puente peatonal del azud. Pero no nos adelantemos y comencemos a caminar por el principio. O sea desde las inmediaciones de la plaza de Europa y el Puente de la Almozara.

Hay muchos detalles interesantes en este recorrido. De hecho, vamos por una vía que es Camino Jacobeo del Ebro, Camino Natural GR-99 y también parte del Anillo Verde de Zaragoza. 

El caso es que caminando en el sentido de las aguas del río, podemos mirar tanto a las riberas como al lado construido. Y os recomendamos hacer esto último ya que pronto hay elementos dignos de mención. Por ejemplo, veréis que podéis visitar el refectorio y las cillas del antiguo convento de Santo Domingo. Un monumento flanqueado por dos edificios de carácter social. A un lado el Centro Luis Buñuel y al otro la fachada trasera y enladrillada de la Casa de Amparo, proyectada a principios del pasado siglo por un arquitecto del que os hablamos a menudo: Ricardo Magdalena.

Seguimos caminado y  nos acercamos a lo más monumental de la calle. Eso sí, casi todos son monumentos que nos dan la espalda desde esta perspectiva o incluso ya no están. Una muestra es la antigua Puerta de San Ildefonso. ¿Dónde estaba? Junto a las Murallas y el Torreón de la Zuda. Más o menos por donde hoy pasa el tranvía.

Desde aquí también vemos la iglesia de San Juan de los Panetes y podemos buscar un ángulo para que visualmente corrijamos la inclinación del campanario. Con este juego de perspectiva rápidamente llegamos a la fachada norte del Pilar. ¿Qué contar de la Basílica? Ya hemos descrito todos sus encantos, por fuera, por dentro y hasta desde las alturas. Así que no nos detenemos y seguimos junto al Ayuntamiento hasta llegar a esa maravilla que es la Lonja.

Parada obligada. Primero para admirar esta joya del Renacimiento y luego para contemplar otros elementos de interés. El más coqueto es ese caballito de bronce que recuerda el usado durante décadas por el fotógrafo Ángel Cordero Gracia para inmortalizar a los niños que jugaban por aquí.

Por cierto, sabías que esta altura de la calle Don Jaime I había otra puerta de la ciudad. La Puerta del Ángel, comunicada con el puente más antiguo de Zaragoza: el de Piedra, clave para viajar al norte. Hoy esa sensación de paso importante pervive, sobre todo por los imponentes Leones que ideó el escultor Francisco Rallo para ambos extremos del Puente de Piedra.

Casi apetece cruzarlo, sobre todo con sol y sin viento, pero continuemos por el paseo de Echegaray y Caballero que todavía hay mucho que descubrir. Lo más inmediato es el Alma Mater Museum en el viejo Palacio Arzobispal. Y también el Museo del Puerto Fluvial Romano en las inmediaciones de la plaza de San Bruno y que nos habla de los orígenes de Caesaraugusta y de los tiempos en los que el río era navegable.

Casi sin darnos cuenta ya hemos llegado a otro puente histórico, el de Hierro, y a la vecina plaza de las Tenerías. Por cierto, sabías que también aquí hubo una puerta de la ciudad. Era la Portaza o Puerta del Sol, la cual quedó tan dañada durante los Sitios que décadas después se derribó. Aunque el sol que la decoraba lo podéis contemplar en el Museo de Zaragoza.

A partir de aquí dejamos el centro, pero eso no significa que el paseo pierda interés. Ni mucho menos,  gracias a su amplitud y su equipamiento como zona verde. Un paseo muy amable que nos lleva directamente hasta la desembocadura del río Huerva. Sus aguas canalizadas vienen del Parque Bruil y las salvamos tanto desde el propio paseo por donde pasan los coches o cruzando la plataforma curva que vuela  en el punto exacto donde se unen el Huerva y el Ebro.

Esta última elección es más placentera y prosigue en forma de zona verde hasta llegar al más moderno de los puentes del recorrido. La pasarela sobre el fallido azud de la Expo. Es cierto que nunca se logró hacer navegable el tramo urbano del Ebro, pero al menos se ha ganado este paso para peatones y bicis. Mucho más accesible que el último puente, el de Manuel Giménez Abad. Punto final de este paseo, pero comienzo de otro recorrido más que recomendable: el que nos lleva a La Alfranca.