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La Colegiata de Bolea, tan valiosa como desconocida

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Colegiata de Santa María, uno de los tesoros artísticos más valiosos de la comarca de la Hoya de Huesca y de toda la provincia

Texto: Armando Cerra – Fotos: Turismo de Aragón

Cuando uno abandona la autovía A-23 a la altura de Huesca y toma rumbo al oeste por la carretera A-132 sabe que le esperan algunos destinos aragoneses muy conocidos. Se puede optar por subir hasta la fortaleza del Castillo de Loarre o por dar un paseo por las calles de Ayerbe. También es posible vivir alguna que otra aventura en Murillo de Gallego o sentirse diminuto a los pies de los Mallos de Riglos.

Estos quizás sean los lugares que nos suenan a todos. Pero hay más enclaves dignos de conocerse. Y sin duda alguna, uno de ellos es la localidad de Bolea, y especialmente su Colegiata de Santa María, uno de los tesoros artísticos más valiosos de la comarca de la Hoya de Huesca y de toda la provincia de Huesca.

El monumento no tiene pérdida. Se halla en la parte más alta de la localidad y con unas vistas maravillosas del entorno, tanto a la Peña Gratal hacia atrás como hacia la llanura de la Hoya al frente. Allí se yergue uno de los volúmenes de arquitectura religiosa renacentistas más singulares de Aragón.

Es cierto que los orígenes del templo son anteriores, de época románica, cuando se construyó la cripta que todavía se conserva bajo el presbiterio del templo que vamos a visitar. E incluso se conservan pilares dentro que se remontan a los tiempos de los musulmanes en Bolea, los cuales la llamaba Buluya. Sin embargo, pese a esas notas de antigüedad podemos decir que la actual Colegiata se construyó entre 1541 y 1559, y hasta sabemos el nombre de su maestro de obras: Pedro de Irazábal.

Este arquitecto vasco fue capaz de levantar aquí un edificio a medio caballo entre el arte gótico y el renacimiento. Y si bien respetó la habitual estructura de varias naves dentro de las iglesias, en este caso las proyectó todas a la misma altura, sin jerarquía. Es lo que los estudiosos llaman “iglesias de plantas de salón” y que los visitantes apreciamos desde el primer vistazo ya que es un sistema que siempre da una mayor sensación de luminosidad y de espacio diáfano. Algo que se cumple a la perfección en la Colegiata de Santa María de Bolea.

No obstante, aunque es innegable el valor arquitectónico del monumento, lo que realmente lo convierte en un espacio único es el conjunto de retablos dispuestos por las diversas capillas. Y en especial el Retablo Mayor, considerada una de las grandes obras pictóricas del arte renacentista en España.

Curiosamente es un retablo que ya estaba en la iglesia medieval anterior, ya que se sabe que se realizó entre los años 1490 y 1503. Sin duda cuando años después Pedro de Irazábal llegó aquí para construir el nuevo templo, tuvo muy en cuenta esta maravilla y le condicionó para idear su diseño.

En el retablo se conjuga tanto el arte de la escultura como el de la pintura. En cuanto a la escultura no solo hay que mencionar toda la estructura de madera labrada que organiza el conjunto, también hay que fijarse en las casi 60 figuras que talló Gil de Brabante, por cuyo nombre ya nos podemos imaginar que era un artista llegado de tierras flamencas, aunque asentado en Aragón. Sin duda este artista realizó un trabajo espectacular con las diversas maderas que empleó, desde ciprés hasta pino, pasando por el nogal o el cerezo.

Aunque lo más alabado del Retablo Mayor de Bolea son sus 20 tablas pintadas al temple. Una joya del Renacimiento, cuyo autor es desconocido, por ello los historiadores se han puesto de acuerdo en llamarlo el Maestro de Bolea, dada la enorme calidad de su trabajo y su influencia posterior.

El Maestro de Bolea supo combinar en esta obra oscense las dos influencias artísticas más importantes de aquella época en Europa. Por un lado supo aplicar el detallismo propio de la pintura flamenca, así como su colorido impactante en el que llaman la atención sus tonos verdes y rojos. Mientras que por otro se nota que conocía la pintura renacentista italiana, de ahí su capacidad para la perspectiva y los juegos de luces y sombras que consiguen darle volumen a las escenas.

No hace falta ser un experto en arte para colocarse frente a este retablo y admirarlo. Su calidad salta a la vista. Basta con compararlo con sus vecinos. El dedicado a San Sebastián, posterior e influido por el Retablo Mayor, pero sin duda de inferior nivel. O el Retablo de Santiago que también es posterior y que se ha atribuido a otros grandes nombres del arte como Damián Forment o Gabriel Joli.

En definitiva, el Retablo Mayor de la Colegiata de Bolea es una joya. Solo por contemplar esta obra maestra que querrían tener en cualquier museo ya merece la pena acercarse hasta esta población de la Hoya de Huesca, una comarca con otro muchos encantos de los que os hablaremos en otra ocasión.

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