¿Sabes cuándo se diseñó la calle Alfonso I? Te contamos su historia
Texto y fotos: Armando Cerra
No hay calle igual en todo el casco viejo de Zaragoza. La calle Alfonso I es única. Es una larga línea recta, perfecta, con edificios equidistantes a un lado y otro, prácticamente todos ellos de la misma altura y con cuatro pisos. Sin duda un diseño tan rígido y con una perspectiva tan estudiada entre el Coso y la Basílica del Pilar no puede ser fruto del azar.
Da igual que contemplemos el laberinto del casco antiguo a vista de dron o a pie de calle. Siempre se aprecia un entramado urbano revirado y algo caótico, que funde sus orígenes en tiempos de la colonia romana Caesaraugusta y que con el paso de los siglos fue transformándose y adaptándose al gusto de cada tiempo. Sin embargo, la calle Alfonso I no es así. Es algo mucho menos orgánico y más racional. Y por supuesto no es tan antigua como las calles del entorno.
Hacia el año 1858, la cada vez más poderosa y rica burguesía Zaragoza propuso abrir una calle que uniera el Coso con el Pilar. Una vía que se inspirara en otras que se estaban abriendo en las ciudades europeas. Un espacio urbano funcional pero también elegante. Por donde se pudiera pasear en coche de caballos, hubiera tiendas donde adquirir los productos de moda y sobre todo donde se construyeran edificios capaces de acoger las viviendas de esos ricos burgueses.
Ese fue el germen de la actual calle Alfonso I, si bien la coyuntura económica de la ciudad obligó a postergar un tiempo aquel proyecto. Eso, y la inicial reticencia a semejante calle que acarreaba expropiaciones, molestias y un radical cambio de fisionomía. O sea, que como cualquier novedad aquello contó con una buena legión de detractores. Pero al final se puso en marcha esta reurbanización del sector. Era 1865 y hasta dos años después no concluyeron las obras. Y eso solo en cuanto al apartado urbanístico, ya que los bloques de edificios se fueron levantando en los años posteriores.
Eso sí. Todos debían respetar tanto la anchura de la calle como la altura de cuatro pisos. A partir de ahí, las fachadas y chaflanes podían variar su aspecto. De ahí esa singular mezcla de estilos que todavía hoy se respira al pasear por esta calle. Hay ejemplos de arquitectura modernista, ecléctica, más tradicional o de inspiración francesa. Sin duda es un paseo por los estilos arquitectónicos de hace 150 años.
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Así como también los negocios convirtieron a la calle Alfonso en una de las arterias comerciales de la ciudad. Con el paso de los años se fueron abriendo almacenes textiles, tiendas de moda prêt-à-porter, joyerías, chocolaterías, o jugueterías como una que se llamaba el Ciclón y que hoy sigue dando nombre al pasaje donde se ubicaba, si bien su denominación original sea Pasaje de la Industria y el Comercio. Un rincón que todavía hoy tiene la capacidad de trasladarnos a un viaje en el tiempo hasta finales del siglo XIX.
Lo cierto es que hasta hace unos pocos años todavía había muchos negocios antiguos abiertos en la calle Alfonso I. Sin embargo, la evolución de los gustos, los precios, las crisis varias y los cambios intergeneracionales los han ido cerrando. Todavía resisten algunos como por ejemplo la Bisutería Bellostas o La Parisien. De otros solo queda un recuerdo indeleble y muy sabroso como el de los adoquines de El Mañico. Mientras que algunos todavía perviven en forma de fachadas antiquísimas, como la del Hogar Moderno, o la emblemática antigua Joyería Aladrén enfrascada en un proyecto de reapertura del que ya nos informaron nuestros amigos de Cronotopos.
El caso es que la calle Alfonso I, con los cambios, con la apertura de franquicias, con las leyendas urbanas que hablan de fantasmas en ciertos inmuebles, con atentados estéticos del pasado como los recordados Almacenes Gay. Incluso con una peatonalización que a comienzos de este siglo XXI fue de lo más debatida y criticada. Con esas y otras muchas polémicas a su espalda, sigue manteniendo la esencia de sus orígenes. Un lugar para pasear, para comprar y para dejarse ver.
Un sitio vital del centro histórico de Zaragoza, ya que la calle Alfonso es de visita obligada para todo el que llega a la ciudad. Y también los propios zaragozanos por muchas veces que pasemos por ahí siempre nos llama la atención.
Nos fijamos en esa panorámica única que ofrece en la lejanía de cúpula principal del Pilar. Nos paramos a escuchar a los habituales músicos callejeros. También hay quien se apoya en el pedestal del Pastor del Águila, una reproducción de la escultura de Pablo Gargallo. Otros recuerdan donde estaba la tienda de La Campana de Oro. O los hay que buscan el tiovivo de la plaza Sas.
En definitiva, sin duda la calle Alfonso I es especial. Tal vez la más moderna del casco viejo y seguramente la más concurrida. Incluso en esta época de pandemia y restricciones en la que vivimos. No obstante, esperemos que a partir del próximo año vuelva a ser esa calle espectacular e imprescindible para cualquier festejo: desde la Cabalgata de Reyes hasta el Rosario de Cristal o la Ofrenda de Flores.
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