Su campanario inclinado es el elemento más llamativo para todo el que pasea por el centro de Zaragoza
San Juan de los Panetes tiene este curioso nombre por los pequeños panes que se entregaban como labor de caridad hacia los pobres
Texto de Armando Cerra
La iglesia zaragozana de San Juan de los Panetes, situada a la sombra de la vecina Basílica del Pilar, es un trocito de nuestra historia que muchas veces pasa desapercibida para los que pasean por el centro de Zaragoza. Pero nosotros hoy hemos decidido pararnos un momento a contemplarla. ¡Merece la pena hacerlo!
Es evidente que San Juan de los Panetes no es el templo más grande, ni más bonito, ni más famoso del casco histórico de Zaragoza. Pero es el único que tiene un campanario llamativamente inclinado. Hace unos días os hablábamos de la Torre Nueva que hubo en la plaza de San Felipe y que debido a su acusada inclinación fue demolida en el siglo XIX. Pues bien, la torre de San Juan de los Panetes pudo correr la misma suerte, ya que se proyectó su derribo a comienzos de los años 30. Pero por fortuna se optó porque se mantuviera en pie y no solo eso. Los arquitectos de la época empeñados en su conservación lograron que se declarara Monumento Nacional. Lo cual impidió un intento posterior de turricidio por parte de las autoridades municipales tras finalizar la Guerra Civil.
Y es que podemos decir que la historia de San Juan de los Panetes es tan larga como complicada. Sus orígenes se remontan a los tiempos medievales del románico cuando el rey Alfonso II y su esposa Sancha entregaron este solar a la Orden Militar del Hospital de San Juan de Jerusalén. Y no solo el solar, también el palacio de la Zuda del que solo queda la torre homónima.
De manera que ahí, aprovechando parte de las piedras de la vieja muralla romana, levantaron un inicial templo románico, lógicamente dedicado a San Juan. Aquella iglesia posiblemente fue la primera cristiana consagrada en Zaragoza. No obstante, tan apenas queda el recuerdo de ella y solo nos ha llegado un crismón en la parte alta de la portada. El hecho es que la iglesia de los hospitalarios fue pasto de las llamas en algún momento del siglo XVI, y quedó tan dañada que se decidió construir una nueva.
Fue en esa época cuando se construyó el campanario, que no es muy alto y tiene una poderosa base octogonal. Sin embargo, la defectuosa cimentación en un lugar tan próximo al río Ebro, hizo que desde muy pronto se manifestara esa vertiginosa inclinación. Aunque pronto se estabilizó y así se ha mantenido hasta hoy en día. Pese a que no ha dejado de sufrir situaciones peligrosas.
Por ejemplo, mientras el campanario permanecía en tan singular equilibrio, las obras en el templo continuaron durante mucho tiempo, ya que no se dio por concluida hasta el año 1725. Pero no acabaron aquí los problemas. Luego llegaría el abandono del templo por parte de la Orden de San Juan de Jerusalén, la venta de sus bienes a particulares y una paulatina ruina. Lo cual todavía se agravó más con otro terrible incendio en 1935 que quemó prácticamente todos sus retablos y el arte de su interior, salvo la representación de un calvario que, a día de hoy, sigue en la cabecera de la iglesia.
Así que no es extraño que, debido al mal estado de la construcción, se planteara nuevamente la posibilidad de un derribo. Pero pese a los empeños de algunos, la declaración de Monumento Nacional le salvó de la piqueta e impulsó una primera restauración de la iglesia. Si bien aquellos trabajos a mediados del pasado siglo XX no significaron el fin de los sufrimientos.
Todavía quedada otro acontecimiento reseñable. Nos referimos al atentado terrorista que hubo en sus inmediaciones en 1987 y que se cobró la vida de dos personas, además decenas de heridos en el autobús de militares que estalló. Una explosión que también afectó a la iglesia, por lo que hubieron de realizarse trabajos de consolidación posteriormente.
Entonces el aspecto de la plaza donde se ubica San Juan de los Panetes era bien diferente ahora, y es que la última remodelación llegó en 2013, cuando se modificó el aspecto de toda esta zona de la ciudad, incluyendo la creación de la escalinata que hoy sirve de podio al templo.
Esa es la imagen más emblemática hoy en día. Desde el Mercado Central y en paralelo a las Murallas romanas se contempla en todo su volumen la sobria fachada de ladrillo recorrida por cuatro enormes columnas y con toda la decoración escultórica concentrada en la gran portada central. Y por supuesto en esa vista de conjunto también llama poderosamente la atención el perfil del campanario de cuatro pisos.
Una torre visible desde el frente de la iglesia, pero igualmente desde el otro lado de las murallas, desde la plaza del Pilar tras la Fuente de la Hispanidad o desde la orilla del río. De hecho, la torre ha sido capaz de resistir el paso de los siglos, de incendios, de obras, de bombas y de amenazas de derribo para convertirse en el icono característico de San Juan de los Panetes.
Por cierto, ¿alguien sabe la razón de este nombre? Lo de San Juan se relaciona con sus orígenes como iglesia de la Orden de San Juan del Hospital. Y los “panetes” recuerda los panes pequeños que en tiempos se entregarían ahí como labor de caridad hacia los pobres.
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