El Museo del Prado alberga algunas de las obras más destacadas de Goya como las dos Majas, los Fusilamientos del 3 de mayo o La Familia de Carlos IV
Son incontables las veces que os hemos hablado de Francisco de Goya y todo el legado artístico que dejó repartido por todo el mundo
Texto de Armando Cerra
Cualquier motivo es bueno para deleitarnos una vez más con el arte de Francisco de Goya. En este caso, os recomendamos una escapada a Madrid y de paso visitar el Prado. Ahí se ha inaugurado recientemente la exposición “Del lapicero al buril. El dibujo para grabar en tiempos de Goya”, una muestra muy especial sobre los dibujos preparatorios que se hacían para los grabados y donde, por supuesto, el trabajo del pintor de Fuendetodos es excepcional.
Por aquí ya os hemos hablado en multitud de ocasiones del aragonés más universal. Y en especial nos hemos centrado en descubrir su obra repartida por Zaragoza y su provincia. Así que os hemos mencionado sus pinturas murales en los techos de las Basílica del Pilar, en la Cartuja de Peñaflor o las obras que cuelgan tanto en el Museo de Zaragoza como en el Museo Goya, donde por cierto podéis ver todos sus grabados expuestos.
E igualmente nos hemos acercado hasta Muel para ver su trabajo en la Ermita de la Virgen de la Fuente, así como también os hemos nombrados sus pinturas de Remolinos en la Comarca de la Ribera Alta del Ebro o en la iglesia de San Juan el Real de Calatayud. En definitiva, que os hemos hablado muchas veces de Goya y sin duda lo seguiremos haciendo.
Incluso hicimos un recorrido por todas las obras del sordo de Fuendetodos repartidas por el mundo. Y la verdad es que el lugar del planeta donde más Goyas se acumulan es Madrid y, más concretamente, el Museo del Prado. Lo cual tiene mucha lógica.
Francisco de Goya pronto se marchó de Zaragoza para triunfar en la capital del reino. Y durante gran parte de su vida, en Madrid desarrolló su trabajo como pintor de corte. Primero realizó trabajos como los cartones para la Real Fábrica de Tapices y posteriormente fue el pintor de cámara, por lo que retrató a varios reyes, a toda su familia y a muchos de los personajes más influyentes de la época. Así que no hay que extrañarse si la gran pinacoteca madrileña es la mayor receptora de cuadros, dibujos, cartones o grabados de Goya. Y es que no hay que olvidar que el origen del Museo del Prado está en las colecciones de arte de la monarquía española.
De manera que si alguien está pensando en disfrutar con las principales obras maestras del artista maño, tiene que ir buscando un buen billete de tren de alta velocidad para hacer un viaje exprés a Madrid, con visita al Prado incluida.
Ahí os aguardan todos esos cuadros que habéis visto mil y una veces en la tele, en libros o en internet. Es decir, están las dos Majas, tanto la vestida como la desnuda, está el colosal retrato de la Familia de Carlos IV, o están las dos imágenes más icónicas de la Guerra de la Independencia. O sea La Carga de los Mamelucos y los Fusilamientos del 3 de Mayo.
También allí podéis ver otros muchos retratos realizados por Goya, muchos de ellos de carácter pomposo y oficial protagonizados por la aristocracia. Aunque hay otros mucho más íntimos y naturales en los que retrata a sus amigos, como el que le hizo al escritor Gaspar Melchor de Jovellanos.
No obstante, todas las obras de Goya que atesora el Prado no son grandes óleos. También hay otro tipo de maravillas. Por ejemplo, los cartones que realizó para la posterior confección de tapices. Pintó numerosas escenas costumbristas como La Gallina Ciega, El Parasol o el Pelele. Por cierto todas ellas imágenes icónicas de esa época y que incluso llegan hasta nuestros días para inspirar acontecimientos como las Fiestas Goyescas.
Un carácter menos alegre y más oscuro tiene otro tipo de obras mostradas en el Prado. Son las conocidas como Pinturas Negras, las cuales en realidad las pintó el artista en los muros de su casa, la conocida como Quinta del Sordo. Pero aunque las plasmó directamente en las paredes, para conseguir su conservación se trasladaron a lienzos, lo cual permite su actual exposición. En esas pinturas, con imágenes tan potentes como el Duelo a garrotazos, Saturno devorando a sus hijos o el Aquelarre. Vemos un artista atormentado y muy pesimista.
Es una persona ya de cierta edad, con muchas vivencias acumuladas, incluso una guerra. Y tras todo lo vivido no ve el futuro con esperanza. De hecho, dado el rumbo político que ha tomado para entonces España, intuye que tendrá que dejar su país tarde o temprano. Y así fue. En 1824 dejó Madrid y se fue a Burdeos, donde acabaría muriendo en 1828. En la ciudad francesa realizó sus últimos cuadro y también su última obra maestra: La lechera de Burdeos, que por cierto también podréis ver expuesto en vuestra próxima visita al Museo del Prado de Madrid.
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