El Tubo es un referente para cualquier turista que se acerca a Zaragoza, ¿la conoces? Seguro que sí, pero aquí vamos a contarte alguna curiosidad que tal vez te sorprenda
Texto e imágenes: Armando Cerra
Para empezar algo respecto a su nombre. Todos podemos imaginar que su denominación: el Tubo, se debe a la estrechez de las calles. Pero, ¿a cuál en concreto? ¿A la calle Mártires?, ¿a la Cuatro de Agosto?, ¿a la de Estébanes? Pues bien a ninguna y a todas al mismo tiempo. En primer lugar porque nadie puede asegurar en qué momento se empezó a llamar así, y ni siquiera si se refería únicamente a una calle. Es algo que surgió de una forma natural, popular y espontánea, y del mismo modo se fue asentando en las tradiciones de la ciudad.
Así que hoy pese a su nombre, que nos da a entender una sola calle (error de muchos forasteros), lo cierto es que el Tubo es todo un entramado urbano cercado por plaza de España, Don Jaime, Méndez Núñez y la calle Alfonso I. De forma que es un singular tubo con sus ramificaciones, esquinas y recovecos, y ahí precisamente reside su gracia.
DÓNDE TAPEAR EN EL TUBO DE ZARAGOZA
En cada uno de esos requiebros del Tubo aparece un trocito de su historia. Con algunos episodios realmente lejanos. Si bien, la maravilla de este lugar ha sido su capacidad de resistencia y de fusionar lo antiguo con lo moderno, la tradición con la tendencia.
Por ejemplo, si nos remontamos a sus orígenes, hay que irse hasta los mismos comienzos de Zaragoza. Fueron los romanos los que cercaron aquí con sus murallas los límites de Caesaraugusta y donde colocaron una de las puertas a la urbe: el conocido como Arco Cinegio. A todo el mundo le suena eso, aunque solo sea por la gigantesca estatua del emperador que hay en el moderno centro comercial que lleva el nombre histórico de Puerta Cinegia.
En su momento, la fachada de este espacio comercial no pudo ser más polémica. El damero blanco y negro en su frente de la plaza España era toda una patada a la tradición. Sin embargo, hoy todos nos hemos acostumbrados a verlo así, y no solo eso. El establecimiento se ha integrado en la propia dinámica del Tubo alojando diversos bares y restaurantes, y la zona gourmet de su primera planta. Es decir, como decíamos una muestra de la resistencia y adaptación que caracteriza el Tubo.
Ya resistió mal que bien los combates de los Sitios, tras los cuales quedó la zona muy dañada. La gran mayoría de inmuebles se convirtieron en ruinas, aunque todavía quedan restos anteriores, como el patio gótico del siglo XV que hay en una casa de la calle Mártires. O la escalera barroca de la casa contigua. Eso por no hablar de la techumbre mudéjar que cubre a los clientes del Bar Malabares de la calle Cinegio o de las múltiples bodegas antiguas que hay por el subsuelo de la zona.
El Tubo, una de las calles de tapeo más famosas de España
También la vecina iglesia de San Gil resistió los estragos de aquella guerra, pero lo cierto es que hoy en día, casi todo el conjunto de casas del Tubo se fue construyendo en el siglo XIX y comienzos del XX. Un tipo de construcciones típicas, pero no acordes con el desarrollo que iba a experimentar Zaragoza.
Por eso ha habido diversos planes urbanísticos registrados en el consistorio que han planificado la demolición del Tubo. Total y absoluta. Hay planes que tenían previstos continuar el paseo de la Independencia con la misma anchura que tiene hoy, hasta prácticamente el Ebro. Obviamente aquello no solo hubiera acabado con el Tubo. También hubiera arrasado una ingente parte del patrimonio histórico y artístico de Zaragoza.
Esa amenaza estuvo ahí durante gran parte del siglo XX. Pero por fortuna nunca se llevaron a cabo esos proyectos de demolición. Unas veces porque el coste alcanzaba unas cantidades descomunales y otras porque los detractores conseguían salvar los envites de los partidarios de modernizar la ciudad a golpe de piqueta y obra nueva, que los hubo y muchos.
De manera que el Tubo ha resistido hasta hoy. Ha resistido periodos de fuerte degradación, ha resistido el cierre de bares clásicos, la desaparición de negocios con solera o la muerte de personajes carismáticos del lugar. Y por supuesto se ha adaptado a los nuevos tiempos. Por ejemplo, al emblemático olor a bocadillos de calamares le han sustituido los repertorios de novedosas tapas en muchos de los bares que suelen protagonizar nuestros artículos de Enjoy.
O la caspa del cabaret del Plata se convirtió en obra de arte contemporánea gracias a un genial Bigas Luna. O el restaurante Casa Lac, el restaurante con la licencia más antigua de España, hoy es un monumento modernista y moderno al comer sano. O los solares en ruinas, en otros tiempos focos de podredumbre, ahora son terrazas cotizadísimas desde la hora del vermú hasta bien entrada la noche. O en las mismas calles donde hubo librerías de viejo míticas, ahora hay provocativos sex shops.
En definitiva, que tal vez nadie sepa porque el Tubo se llama el Tubo. Pero lo que está claro es que es un sitio que hay disfrutar en la ciudad, tanto los foráneos como los locales.
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