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¿Quién fue Ricardo Magdalena? Te descubrimos el legado de este genio de la arquitectura

El nombre de Ricardo Magdalena aparece con cierta regularidad en Enjoy Zaragoza. Al fin y al cabo su labor como arquitecto municipal entre finales del siglo XIX y comienzos del XX fue vital para la modernización de la ciudad. Por eso tanto su biografía como su legado merecen ser conocidos por sus conciudadanos

Texto: Armando Cerra

Ricardo Magdalena Tabuena nació en Zaragoza en el año 1849, y siendo un niño quedó huérfano. Fue a partir de entonces cuando tuvo su primer contacto con el Ayuntamiento de Zaragoza, y es que el consistorio de la época se encargó de costear sus estudios. No solo los de la escuela primaria, ya que dado su interés y su rendimiento escolar, estuvo becado hasta que concluyó sus estudios de arquitectura en Madrid en 1873.

Tras eso comenzó a trabajar para algún que otro estudio de arquitectura tanto en la capital de España como en Valencia, pero parecía predestinado a volver a su ciudad. Como estudiante becado, fue convocado a un concurso para cubrir de forma interina la plaza de arquitecto municipal.

Era el año 1874 y, gracias al proyecto que realizó para la iglesia parroquial del barrio de Garrapinillos, Ricardo Magdalena resultó el vencedor.  Así que ocupó esa plaza de interino, hasta que dos años después se convirtió en el arquitecto municipal oficial. Y casi de forma inmediata proyectó una de sus obras maestras. El conjunto de naves del Nuevo Matadero Municipal, que todavía hoy se mantiene en pie en la calle Miguel Servet. Pero ahora se llama Antiguo Matadero y su función es bien diferente, ya que es el dinámico Centro Cívico Salvador Allende entre los barrios de San José, Las Fuentes y Montemolín.

Quién haya visitado la Biblioteca del Matadero ya sabe que es una de las más bonitas de la ciudad. Y lo es por la arquitectura industrial que recreó aquí Magdalena, a base de columnas de fundición y ventanales de vidrio bañando el amplio espacio. Sin duda, un tipo de construcción muy de aquella época, y lo cierto es que cuando la terminó, fue una obra muy admirada por otros colegas suyos, tanto españoles como europeos.

Fue su gran despegue como arquitecto de renombre y durante un tiempo siguió con su labor de arquitecto municipal realizando proyectos de reforma en edificios preexistentes como trabajo que hizo en la Casa de Amparo de la calle Predicadores. Pero pronto le iba a llegar otro de sus grandes encargos: el actual Paraninfo.

Era el año 1886 y posiblemente esta sea la gran obra de Magdalena, el gran templo del saber que él quería construir. Hay que tener en cuenta que el edificio en origen iba a ser la Facultad de Medicina y de Ciencias de la Universidad de Zaragoza, y para ello el arquitecto creó un edificio monumental, práctico y hermoso. Todo al mismo tiempo. Un lugar por el que han pasado grandísimos personalidades. No obstante, de entre todos ellos no nos podemos resistir a nombra a Ramón y Cajal, que fue estudiante y profesor en esta Facultad. Y el gran Albert Einstein que acudió a impartir dos charlas en el Aula Magna.

En la construcción de esta joya del patrimonio arquitectónico de Zaragoza se invirtieron varios años de trabajo hasta 1893, y 18.000 euros (unos tres millones de pesetas). No obstante durante todo este tiempo, Ricardo Magdalena no dejó de trabajar. Tanto en proyectos municipales como la reforma del Teatro Principal o la ampliación del Cementerio, como en otros de carácter privado, como fue la decoración de la Pastelería Fantoba.

Y su actividad durante los años del cambio de siglo no cesaron. Redactó proyectos de urbanización como el de Paseo Sagasta o se embarcó en trabajos como el Puente de la Avenida América sobre el Canal Imperial de Aragón. Así hasta que se decidió que fuera el principal arquitecto de la Exposición Hispano Francesa de 1908.

Ricardo Magdalena coordinó todos los trabajos de aquel evento que iba a modificar el aspecto de una parte de la ciudad. Un acontecimiento que de alguna manera la iba a modernizar y mostrar al mundo. Y no solo coordinó los trabajos de toda una pléyade de constructores, también realizó sus propias obras. En especial, una de las joyas que nos legó aquel año: el Museo de Bellas Artes, o sencillamente Museo de Zaragoza.

Esta es su tercera gran obra. Una construcción que mezcla las modas de la época, detalles del historicismo, del modernismo, del eclecticismo, y sobre todo mucho del saber acumulado durante años por este experimentado arquitecto. El cual falleció falleció tan solo dos años después, en 1910 y por supuesto en Zaragoza.

Si bien antes de morir, también dejó su impronta en otras ciudades españolas. Por ejemplo en Cádiz, en Tarragona, en Madrid o en San Sebastián. De hecho en el bulevar de la capital donostiarra diseñó un elegante quiosco de la música, dominado por la arquitectura del vidrio y el hierro. Una obra tan moderna y de tanta calidad, que durante mucho tiempo, hubo estudiosos que se la adjudicaron al mismísimo Gustave Eiffel. Pero no, fue una creación de Ricardo Magdalena, el arquitecto que comenzó a darle forma a la Zaragoza del siglo XX.

Fernando García Mercadal, el arquitecto de nuestra “Casa Grande”

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