Castillo de Loarre, fortaleza mejor conservada del mundo - Enjoy Zaragoza
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Castillo de Loarre: la fortaleza románica mejor conservada de Europa

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El Castillo de Loarre es una joya única del patrimonio histórico español

Texto: Armando Cerra – Foto: Turismo de Aragón

Declarar que el Castillo de Loarre es un tesoro del patrimonio aragonés es una obviedad. Y hasta se puede decir que es una afirmación demasiado modesta. En realidad es una joya única del patrimonio histórico español, porque se puede asegurar sin miedo a equivocarnos que se trata de la fortaleza de estilo románico mejor conservada en todo el continente europeo.

Cuando se viaja por la carretera A-132 desde Huesca hacia Ayerbe, todo aquel que sabe dónde está el Castillo de Loarre trata de localizarlo en el paisaje. Y lo cierto es que suele costar bastante. Algo sorprendente porque al abandonar esa carretera autonómica, acercarnos al pueblo de Loarre y después emprender la ascensión hasta la fortaleza se descubre un monumento imponente. Parece mentira que se pueda camuflar de una forma tan extraordinaria. Y sin embargo, esa íntima relación con su entorno es su auténtica razón de ser.

En el siglo XI se comenzó a construir el castillo, época en la que todas estas tierras de la Hoya de Huesca estaban en manos musulmanas. Así que cuando se levantó por orden del rey Sancho III el Mayor, el Castillo de Loarre se había de convertir en una avanzadilla hacia la conquista de nuevos territorios hacia el sur.  Su ubicación no podía ser mejor, ya que ofrecía unas vistas amplísimas hacia el territorio enemigo, mientras que la sierra en su parte trasera protegía de ataques imprevistos. Y por si fuera poco, la propia construcción del castillo sobre un espolón rocoso, lo convertía en un lugar prácticamente inexpugnable.

De hecho, conforme los cristianos fueron avanzando hacia otras zonas de Huesca, la fortaleza se transformó en una estupenda atalaya para vigilar los dominios sin demasiado peligro. Y fue entonces cuando el rey Sancho Ramírez, decidió ampliar el conjunto. Era el año 1071, y la fortaleza alcanzó un aspecto muy parecido a lo que ahora tenemos la fortuna de visitar.

Esa visita es el mejor modo de apreciar la historia y avatares de este recinto militar, pero también residencial y religioso. Además el servicio de visitas guiadas narra de forma estupenda las aventuras y desventuras de estas piedras. Sin que resulten apabullantes las fechas, los personajes implicados y los episodios históricos.

Sin duda, esa es una fabulosa forma de recorrer el castillo, descubriendo al mismo tiempo muchos de los intríngulis de la historia medieval aragonesa. Sea con las visitas guiadas o incluso con las audioguías que se ofertan en el centro de visitantes ubicado junto al parking, se trata de una experiencia más que recomendable.

No obstante, en un lugar así es imposible no dejarse ir por la imaginación y de vez en cuando desconectar de las explicaciones. De modo que también es muy saludable hacer la visita por libre, tan solo guiados por nuestra culturilla histórica y las invenciones más peliculeras. Ya desde el primer momento se activa la imaginación, conforme nos acercamos hacia la entrada a la fortaleza. El paraje de pinos, el camino que conduce hacia la puerta abierta en la muralla y el gran castillo elevado sobre la Hoya de Huesca poseen una potencia visual brutal. ¡Y solo estamos empezando!

Luego se atraviesan las murallas y se toma mayor conciencia de las dimensiones de la fortaleza y del conjunto de torres que la protegen. Así nos plantamos ante la entrada al castillo propiamente dicho y una escalinata tan rotunda como empinada. Si alguien sueña con una entrada a un castillo, sin duda que será muy parecida a lo que nos espera en Loarre. Es tan elevada que se agradece que se pueda parar antes de recorrerla entera. Ya que en plena pendiente se abre una pequeña puerta que permite entrar a la Cripta de Santa Quiteria.

Ese espacio es como un anticipo de lo que nos aguarda más arriba: la iglesia de San Pedro. Una auténtica maravilla de la arquitectura medieval, por muchos detalles, como sus capiteles en la arquería ciega tras el altar. Pero sobre todo merece una ojeada la cúpula semiesférica que cubre el recinto. No hay que olvidar que con el rey Sancho Ramírez se hacían construcciones a lo grande y del mejor estilo románico, ya que durante su reinado también se impulsó la Catedral de Jaca.

Pero sigamos con el recorrido. Cuando se sale de la iglesia nos esperan más escaleras, cruces de caminos y pasos angostos sobre la propia roca natural, que lo mismo nos pueden llevar a los antiguos calabozos que a los pabellones del monasterio que hubo dentro del castillo. Hay que dejarse llevar en ese laberinto, porque más temprano que tarde se sigue ascendiendo hasta llegar al patio de armas. Ahí es obligado asomarse al llamado mirador de la Reina con una vastísima panorámica de la Hoya de Huesca  y de la provincia de Zaragoza al sur. Así como hay que meterse en la antigua Capilla de Santa María, o buscar las puertas a las dos principales torres de la fortaleza. Una la de la Reina y otra la del Homenaje.

Durante todo ese recorrido a cualquiera le vienen imágenes de caballeros y damas del Medievo, de soldados y de sirvientes, de monjes y de caballos. En el Castillo de Loarre se desborda la imaginación. Nos pasa a nosotros, los visitantes, pero también le ocurre a todo tipo de artistas y creadores. Basta ver las nóminas de películas o libros que se han ambientado en este recinto histórico. Por no hablar de videoclips. O los diversos documentales que aquí se han inspirado, y no solo para hablar de historia medieval y de enfrentamientos entre cristianos y musulmanes.

La magia de Loarre va a más allá, y su reconocimiento internacional está fuera de toda duda. Por ejemplo hace unos años se acercó hasta aquí el mítico Charlton Heston  para filmar un capítulo de su serie sobre ópera para la BBC y mostró el castillo al mundo entero. Y es que a veces somos nosotros los que ignoramos la valía y el potencial de un monumento tan increíble como el Castillo de Loarre, ni más ni menos que la fortaleza románica mejor conservada de Europa.

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