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Historia de la Puerta del Carmen: la única superviviente de las doce puertas con las que llegó a contar Zaragoza

PUERTA DEL CARMEN -07

Hoy descubrimos un poquito más sobre uno de los monumentos más populares de Zaragoza. Ni más ni menos que la Puerta del Carmen. Un lugar que ya no abre ni cierra nada, salvo las puertas de la memoria, ya que su presencia es una invitación a recordar acontecimientos memorables.

Texto: Armando Cerra

A lo largo de los dos milenios de historia de Zaragoza, la ciudad ha tenido dos murallas diferentes. Las primeras fueron las romanas, cuyos restos junto al Mercado Central siguen protegiendo la estatua de César Augusto, fundador de la ciudad. Pero aquellas murallas quedaron pequeñas con el posterior desarrollo urbano. Así que en la Edad Media se hizo un nuevo anillo amurallado para proteger a los zaragozanos. Una construcción de la que se conserva pequeña parte en la calle Asalto.

Pues bien, aquellas murallas medievales estaban abiertas mediante 8 puertas distintas. Ninguna de ella ha llegado hasta nuestros días. Si bien, en el emplazamiento donde estaba la llamada Puerta de Baltax, a finales del siglo XVIII se decidió abrir un nuevo portal.



El proyecto de aquella puerta recayó en Agustín Sanz, un arquitecto de estilo neoclásico del que hay muchas huellas por Aragón. Entre otros lugares, diversas iglesias del Bajo Aragón, así como en Fraga o en Sariñena. Y también en Zaragoza trabajó en la iglesia de Santa Cruz e incluso en el coro mayor del Pilar.

En definitiva que era un arquitecto de prestigio y como tal se le pidió que ideara una nueva puerta para la ciudad, que no costara demasiado dinero, pero que aún así fuera capaz de impresionar a las personas que llegaran desde tierras de Castilla y sobre todo desde Madrid.

La nueva puerta, que recibió el nombre del Carmen, debido al convento cercano, se inauguró en el año 1792. Y aún hoy, tras todos los destrozos que ha sufrido, podemos ver que el arquitecto optó por un diseño de lo más funcional. Se usaron grandes sillares de piedra blanca, y sus tres entradas son  adinteladas. Es decir, rectas, olvidándose de arcos que compliquen y encarezcan la construcción.

La puerta central más amplia, para carruajes y animales, y las laterales, para personas a pie. Todo con un sentido muy práctico, y tan solo se permitieron los adornos de cuatro grandes bolas en las esquinas más altas. Si bien, solo han resistido el paso de los siglos dos de ellos.

Y es que la Puerta del Carmen puede que sea simple, y hasta inútil hoy en día, pero desde luego quién la construyó sabía lo que se hacía, y supo hacer una obra de lo más resistente y literalmente a prueba de cañonazos.

De hecho sufrió ataques ya en 1808, durante el transcurso de los Sitios de Zaragoza. Hay que tener en cuenta que por entonces, la Puerta del Carmen no era un ente aislado como la vemos hoy. Era la única abertura en una larga muralla. Así que era el punto por el que los enemigos querían entrar. O sea que frente a ella se libraron duras batallas y las huellas de disparos y pólvora todavía se pueden leer en sus piedras.

No acaban aquí los momentos bélicos de la Puerta del Carmen. Treinta años después, es decir en 1838, en la madrugada del 5 de marzo por aquí entraron los carlistas para intentar tomar Zaragoza. Si bien, horas más tarde de la incursión fueron de nuevo expulsados a sangre y fuego. Un acontecimiento que hoy se conmemorara cada año en el calendario local.

Tras aquello, la puerta del Carmen y las murallas, cada vez más transformadas en casas, se convirtieron en los límites de la ciudad. Y su existencia fue más o menos plácida durante décadas. Aunque no acaban aquí los sucesos interesantes.

Fue entre 1925 y 1927 cuando todas esas casas y muros que envolvían a la puerta se demolieron. Quedan muchas  imágenes de su aspecto de entonces, y la gran mayoría de ellas las podemos seguir viendo en la decoración del Café Levante, que originalmente estaba junto a la propia Puerta del Carmen. Por cierto, algún día hablaremos de este café y de sus suculentas meriendas.

Pero como decimos, por aquel entonces la puerta dejó de ser parte de una muralla y poco a poco perdió su función de lugar de paso y de pago, ya que durante mucho tiempo por atravesarla había que abonar el pertinente peaje. Al fin y al cabo la ciudad estaba creciendo, y aquellos límites quedaban obsoletos.

La Puerta del Carmen se había convertido ya en un monumento, y eso impidió su demolición. Se mantuvo en el paisaje urbano y el tráfico rodado cada vez mayor poco a poco la fue cercando. Incluso fue objeto de un atropello. Fue en 1997, cuando un autobús se estampó contra sus viejas piedras. Tras lo cual hubo de ser restaurada y consolidada. Además de que se le rodeó de una mayor protección. Para evitar accidentes en el futuro.

Así se mantiene hoy en día, como un hito entre el incesante ir y venir de coches, motos y autobuses.

Fotografía: María Rosario Casas Sancho

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