Miguel Servet: te contamos la historia del médico aragonés que fue ejecutado por sus ideas - Enjoy Zaragoza
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Miguel Servet: te contamos la historia del médico aragonés que fue ejecutado por sus ideas

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En este artículo encontrarás claves sobre la biografía y trabajos del médico Miguel Servet

Texto: Armando Cerra

A todos los zaragozanos nos suena Miguel Servet, aunque solo sea por la avenida del barrio de Las Fuentes que lleva su nombre o por el histórico I.E.S. que le homenajea. Y sobre todo nos suena por el hospital más importante de la ciudad. Es cierto que para las generaciones más mayores es y seguirá siendo la Casa Grande, pero su denominación oficial es Hospital Universitario Miguel Servet.

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No obstante, aunque es un nombre conocido, ¿realmente sabemos quién fue Miguel Servet? ¿Por qué ha merecido pasar a la historia? Seguro que muchos de nuestros lectores tienen una noción clara del personaje, pero para otros que tal vez lo desconozcan, vamos a intentar de dar unas claves sobre su biografía y sus trabajos.



El lugar de nacimiento de Miguel Servet

No está claro si Miguel Servet nació en 1509 o en 1511, lo que sí parece evidente para la inmensa mayoría de historiadores es que vino al mundo un 29 de septiembre en la localidad oscense de Villanueva de Sigena. Y decimos que eso lo aceptan la gran mayoría de investigadores, porque hay alguno que razona que nació en Tudela, tal y como diría el propio Servet. Pero hay que tener en cuenta que a lo largo de su vida tuvo que ocultar su identidad, como veremos más adelante, por ello el algún momento fingió un origen navarro.

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No obstante, para saber algo más de dónde nació, no se nos ocurre mejor lugar que ir a Villanueva de Sigena y visitar el centro de interpretación ubicado en la que fue su casa natal. Allí pasó su infancia y cuando despuntó por su brillantez intelectual, continuó sus estudios en el castillo de Montearagón. Allí entraría en contacto con un personaje vital en su trayectoria. Nos referimos a fray Juan de Quintana.



Sus primeros viajes por Europa

Fray Juan de Quintana notó rápidamente que su pupilo tenía una mente privilegiada, así que comenzó a acompañarle en sus diferentes viajes, y de su mano entró a formar parte del séquito imperial del Carlos I. Así fue como viajó por Francia, Alemania o Italia, e incluso asistió a la coronación del rey español como Carlos V en el año 1530.

Pero además, aprovechó para conocer a los teólogos y científicos más importantes de la época. Y de todos ellos fue aprendiendo algo aplicable a sus múltiples campos de interés. Hay que tener en cuenta que Miguel Servet realizó diversos estudios referentes a meteorología, geografía, física, matemáticas, leyes, astronomía, medicina o anatomía. Y aunque el reconocimiento de Servet se debe a sus avances médicos, él ante todo fue un teólogo.

El contacto con la Reforma y los protestantes

Ese interés por la teología le llevó a dejar el cortejo imperial y a su mentor fray Juan para comenzar a viajar solo por Europa y entablar contacto con las figuras más relevantes del protestantismo. Aunque no se conformó con escuchar las teorías ajenas. Él, dado su bagaje cultural, decidió crear las suyas propias.

De esta manera, en 1531 publicó una obra cuyo título ya nos indica que iba a ser muy controvertida. El título era De los errores de la Trinidad. En esa obra y en la siguiente Diálogos sobre la Trinidad se dedicó a desmontar el dogma de la Santísima Trinidad de Padre, Hijo y Espíritu Santo, lo cual obviamente supuso que fuera investigado por la Inquisición, aunque tampoco gustó demasiado a los protestantes de Lutero.



Comienza la persecución

No había hecho demasiados amigos, y la Inquisición quería que Servet fuera juzgado por sus afirmaciones. De manera que se ocultó en Lyon. Fue aquí donde habló de sus orígenes navarros y se hizo llamar Michel de Villeneuve, quizás evocando su Villanueva de Sigenanatal.

Fue un periodo en el que no le faltó trabajo, primero en una imprenta y luego redactando auténticas joyas eruditas sobre temas tan variados como la geografía, la elaboración de jarabes o la curación de la sífilis.

Y también en este periodo estableció un contacto clave en su peripecia vital. Comenzó a cartearse con Juan Calvino, el otro gran teólogo de la reforma protestante. La confianza entre ambos era tal, que Calvino le envío a Servet su libro Institución de la Religión Cristiana para que le diera su opinión. Sin embargo, los comentarios críticos del aragonés no le hicieron ninguna gracia al calvinista. Tan poco le gustaron, que prometió vengarse y ordenó que si Servet pisaba su ciudad, Ginebra, no saldría vivo de ahí.

La gran obra de Servet

Mientras tanto, Miguel Servet había escrito su gran obra titulada Restitución del Cristianismo, la cual no publicaría hasta 1553, y de forma anónima. La razón es que desde el punto de vista teológico y religioso es un escrito muy potente con afirmaciones como que Jesucristo no era divino, sino solo un hombre, o se oponía al bautismo de los niños. Si bien, para la posteridad dejó el capítulo dedicado a la circulación pulmonar.

Es ahí donde habla de la circulación de la sangre y la importancia de los pulmones en ese circuito constante. No hay que engañarse. Servet había estudiado mucho, había hecho autopsias, algunas de ellas clandestinas, tenía un amplio conocimiento de la anatomía, pero su idea de la circulación sanguínea tenía un sustrato religioso. Pensaba que la sangre era el vehículo con el que el alma podía viajar por todo el cuerpo.



El juicio y la condena 

Tras la publicación de esa obra, los calvinistas no tardaron en decir quién era el autor. Y la Inquisición de inmediato se lanzó a juzgarlo. Incluso consiguió apresar a Servet en la ciudad francesa de Vienne. Pero el aragonés logró escaparse, lo cual no impidió que el Santo Tribunal lo juzgara hereje y simulara su ajusticiamiento quemando una efigie suya.

Eso ocurrió en junio de 1553. Y no se tuvieron noticias del paradero de Servet hasta que fue reconocido en agosto en Ginebra, en la ciudad de Calvino. Este fue fiel a su palabra, y mandó apresarlo, torturarlo y juzgarlo. El final es bien conocido. Fue quemado en la hoguera. No porque hablara de la circulación de la sangre, sino porque negaba la Trinidad y abogaba porque la gente se bautizara siendo adulta y consciente de sus actos.

Sin embargo, más allá de las discusiones teológicas o sus tratados científicos, tal vez lo más alabable sea su actitud frente a la vida. Servet originó toda una corriente de pensamiento, que como él, defendía la libertad para que cada uno expresara sus convicciones y lo hiciera siguiendo su conciencia. Además en sus escritos e incluso en el juicio que sufrió, dejó patente que era un crimen perseguir y matar por las ideas. Unos planteamientos que hicieron mella en pensadores posteriores que siempre han tenido a Servet como ejemplo del espíritu tolerante y la libertad de expresión.

Esperamos haberos descubierto un personaje verdaderamente poliédrico y de lo más interesante.