Alfonso I el Batallador vivió rodeado de guerras y logró expandir el territorio aragonés, siendo el origen de la Corona de Aragón
Hace unas semanas os hablábamos de “40 ilustres de Aragón“, la nueva página web que ha elaborado el Gobierno de Aragón. Se trata de un sitio online que conmemora el 40 aniversario del Estatuto de Autonomía aragonés y, por ello, han dedicado cuarenta posts a los personajes más ilustres de nuestra comunidad autónoma. Por este motivo, vamos a hablaros sobre todos ellos basándonos en su información. Hoy será el turno de Alfonso I el Batallador.
Es complicado empezar a hablar de Alfonso I sin realizar un contexto familiar. Fue hijo de Sancho Ramírez, rey de Aragón y Pamplona, y de Felicia de Roucy, la segunda esposa del monarca. La realidad es que tenía varios hermanos mayores, por lo que eran los principales herederos de la corona, los títulos y las tierras.
Dicho esto, comenzamos por su infancia. La familia real residía en Jaca, capital del reino, por sus puntos positivos: poseía un conjunto de ventajosas leyes que atraía a nuevos pobladores, estaba el denominado Fuero de Jaca y se construía una enorme catedral. Por tanto, Alfonso I recibió su educación en el monasterio de Siresa. Un noble y un obispo fueron los encargados de que este joven se convirtiese en un auténtico señor feudal.
Aquí es cuando comenzó a ascender hacia la corona. Uno de sus hermanos mayores, Fernando, falleció y heredó sus tareas y, posteriormente, murió su padre, por lo que se convirtió en la mano derecha del rey: su hermano Pedro I. En ese momento, ya comenzó sus primeras batallas como la de Alcoraz en el 1096. Ocho años más tarde, fallecía su hermano sin descendencia, algo totalmente inesperado.
Por ello, Alfonso I llegó al trono. Algo prácticamente imposible, pero pasó. Logró expandir el reino de Aragón hacia el sur, conquistando territorios a su paso. Para evitar nuevos problemas con la descendencia y viendo que su hermano pequeño ingresó en un convento, se decidió casar con la hija del monarca Alfonso VI. Un casamiento que contaba con una alianza con Castilla para hacerse fuertes ante los musulmanes. El matrimonio terminó por romperse porque se firmó que el hijo que tuviera con su mujer sería el heredero de ambos reinos, por lo que se desencadenó una guerra civil.
De vuelta en Aragón y ya solo, su nueva obsesión fue la conquista de Zaragoza. Tras nueves meses de asedio, la ciudad se rindió en diciembre de 1118. Una conquista que fue el inicio de un efecto dominó. Y es que, tras la actual capital aragonesa, cayeron otros territorios musulmanes como Tudela, Tarazona, Borja, Épila, Calatayud o Daroca. Gracias a esto, Alfonso I logró expandir un reino que empezó con un pequeño territorio, como si del juego del ‘Risk’ se tratase.
En 1130, cruzó los Pirineos para pacificar un territorio que le debía vasallaje. Momento que aprovecharon los almorávides para iniciar una revolución y asesinar a sus principales ayudantes. Tras una dura guerra y un ataque sorpresa de tropas procedentes de Valencia, nuestro ilustre aragonés falleció sin descendencia. Después de diferentes uniones familiares entre sus sucesores, surgió la corona de Aragón en su unión con el condado de Barcelona.
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Imagen principal e información extraídas de la web de 40 ilustres de Aragón