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La maravilla medieval del Monasterio de Siresa

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Hace unos días os hablábamos de cinco sitios que ver en la Comarca de la Jacetania. Y hoy queremos sumar uno más a ese listado.

Uno de los principales monumentos históricos de toda esta comarca altoaragonesa es el Monasterio de Siresa, ubicado en la localidad del mismo nombre y perteneciente al municipio de Valle de Hecho.

Texto: Armando Cerra – Fotos: Turismo de Aragón

Al contar la historia de San Pedro de Siresa comienzan a aparecer nombres que a todos nos suenan. Hay que hablar de Carlomagno, del Santo Grial, de Alfonso I el Batallador y hasta de la Eneida, una de las obras literarias claves de la tradición grecolatina. Y es que este monasterio oscense lo podemos considerar uno de los más antiguos de la Comunidad Autónoma. Y además durante los orígenes del Reino de Aragón también fue uno de los más importantes e influyentes.

Sus orígenes hay que buscarlos a comienzos del siglo IX. Aunque tan apenas quedan restos arqueológicos de aquella época, sí nos ha llegado documentación histórica al respecto. Según  esas informaciones conocemos que el primer abad de la comunidad se llamaba Zacarías y organizó la vida del cenobio siguiendo las normas que se habían establecido en la lejana ciudad de Aquisgrán, desde la cual dominaba por entonces todo su imperio el poderoso Carlomagno. De ahí que se pueda decir que San Pedro de Siresa, originalmente, fue un templo carolingio.

Por cierto, la leyenda dice que también por esos mismos años, entre el 815 y el 831, aquí se guardaba el Santo Grial. Durante este tiempo permanecería oculto entre los muros del templo. Pero esa misma leyenda cuenta que el cáliz más sagrado de la Cristiandad viajó por otros lugares de la Jacetania: San Juan de la Peña, Jaca, San Adrián de Sasabe… 

Tal vez algún día preparemos un artículo sobre la Ruta del Santo Grial en Aragón. Pero de momento retomemos la historia del Monasterio de San Pedro de Siresa. El caso es que en ese siglo IX, el cenobio no dejó de crecer en importancia. Para comprenderlo hay que tener en cuenta su emplazamiento. Siresa está junto a la calzada romana que atravesaba el Pirineo desde el lado francés a través del Puerto de Palo e iba hacia tierras más llanas.

Eso desde el principio le aportó prosperidad. Hasta se convirtió en un enclave cultural de primer orden. Se sabe que en la biblioteca de aquel monasterio había libros que no se encontraban en todo el territorio peninsular. Ni siquiera en los más ricos palacios de la próspera Córdoba musulmana. Se contaba con un estupendo repertorio de obras clásicas como la Eneida o los poemas de Horacio. 

Tal esplendor no hizo más que crecer con el tiempo, y aunque pasadas las décadas se integró en la diócesis de la Catedral de Jaca y de su obispo, lo cierto es que en los inicios del Reino de Aragón gozó de enorme libertad, tanto que Sancho Ramírez hizo del lugar su Capilla Real. Y después se convirtió en una especie de colegio para otro monarca clave en nuestro Medievo. Ni más ni menos que en Siresa se educó el rey Alfonso I el Batallador, quien años más tarde, en 1118, conquistó la Sarakusta musulmana para transformarla en la Zaragoza cristiana.

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Para entonces el monasterio estaba muy cambiado respecto a sus orígenes y ya se había construido una gran obra románica. Esa es precisamente la que ha llegado hasta nuestros días. Si bien, ya no se trata de una abadía con todas las dependencias monasteriales. El paso de los siglos se ha llevado los dormitorios, la sala capitular, la reputada biblioteca, el claustro o el scriptorium, y solo nos ha dejado la iglesia. ¡Pero qué maravilla de templo románico!

Teniendo en cuenta las dimensiones de la población, sin duda la iglesia es enorme. Es una construcción de piedra, de aspecto muy macizo, tanto desde fuera como desde dentro. Y si la pudiéramos ver a vista de dron, comprobaríamos que representa una enorme cruz. Lo que en términos técnicos se denomina una planta de cruz latina. 

En la parte que sería la cabeza de la cruz está el ábside en este caso es muy profundo, semicircular y con una cripta en su parte subterránea. Por cierto, cuando se construyó el templo en tiempos románicos, en la parte central o crucero habría una cúpula. Pero tampoco nos ha llegado, ya que se desmoronó en alguno de los incendios habituales que sufrían antaño las iglesias.

En cambio si podemos ver todavía varios retablos góticos interesantes, incluidos algunos que fueron robados en el pasado siglo XX por el gran ladrón de arte Erik El Belga. Aunque en este caso se recuperaron las piezas, como ha ocurrido con otros templos, por ejemplo la Catedral de Roda de Isábena, también expoliada por el célebre bandido de guante blanco y gusto artístico.

De hecho, la Catedral de Roda y el Monasterio de San Pedro de Siresa son dos de los principales tesoros de la arquitectura medieval en Aragón, y en el caso del templo de la Jacetania, uno de los más antiguos. De modo que os invitamos a descubrirlo en persona y de paso aprovechar la excursión para daros por la zona y caminar por los senderos del Parque Natural de los Valles Occidentales.

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