La Fuente de la Hispanidad es una representación del mapa de Centroamérica y Sudamérica que ha terminado convirtiéndose en un icono de nuestra ciudad
Esta fuente es un buen lugar para aliviarse de los rigores veraniegos que se inauguró en 1991
Texto e imágenes de Armando Cerra
En los días más calurosos del verano, Zaragoza es una asidua de los informativos de las teles españolas. No faltan nunca imágenes de la plaza del Pilar vacía de gente al mediodía, cuando el sol cae a plomo. Y tras ver una plaza tan grande como desierta, suele aparecer siempre la Fuente de la Hispanidad, el único lugar algo fresco de la zona, sobre todo para los que se atreven a descalzarse y meterse en la cubeta de la fuente.
En la próxima ola de calor, haced la prueba y veréis como en alguno de los informativos nacionales aparece este rincón de la ciudad. Se puede decir que es un icono maño y un buen lugar para aliviarse de los rigores veraniegos. Pero, ¿qué más sabéis de la Fuente de la Hispanidad? Seguro que muchas cosas. Aún así, os vamos a contar lo que sabemos nosotros.
Para comprender su nombre debemos ponernos en contexto. Es obvio que la Virgen del Pilar, que tan cerca está de la fuente, es la patrona de la Hispanidad. Pero, además de eso, hay que tener en cuenta las fechas de este proyecto urbanístico. Fue inaugurado en 1991, poco antes de la celebración del V Centenario del Descubrimiento de América.
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Para el año 1992, muchas ciudades españolas proyectaron importantes cambios en su fisonomía. También Zaragoza. Especialmente con la transformación que se llevó a cabo en la plaza más importante de la urbe. Se proyectó una plaza moderna. De arquitectura dura como se dijo entonces, es decir, sin zonas verdes y sin apenas elementos en el centro que impidan contemplar en su totalidad. Un conjunto enorme, tanto que se iba a convertir en la plaza peatonal más amplia de la Unión Europea.
Pero, además de tener un tamaño considerable, también se trata de un conjunto monumental, ya que estaba cercada por imponentes edificios, comenzando por las dos catedrales. Todo ello regido por los grandes volúmenes y por la geometría. Sin embargo, el extremo occidental fallaba en ese concepto visual.
Ahí es donde está San Juan de los Panetes y su presencia desequilibraba un poco el conjunto. Así que el arquitecto municipal ideó una forma de hacer un cierre visual distinto. Se trataba de generar un plano inclinado de un tono similar al enlosado de la plaza para que desde la lejanía le diera profundidad espacial. Pero además de eso, para darle un valor simbólico se planteó que fuera un fuente evocadora de la Hispanidad.
Fue entonces cuando se pensó que la fuente representara un mapa de Centroamérica y Sudamérica. O sea un recordatorio a los países de habla hispana. Pero lo más genial de la idea es que ese mapa solo es visible desde las alturas. Y por si fuera poco, se trata de un mapa dividido en dos.
Mientras que Centroamérica, el Caribe y la zona más septentrional de Sudamérica se pueden identificar en el relieve de la fuente, el resto del subcontinente hasta la punta meridional y el Estrecho de Magallanes, se ve en la vecina cubeta de agua. Y todavía hay más curiosidades en el concepto de esta fuente. Una de ellas, quizás la más paradójica, es que la tierra se representa con agua, y el mar con losas de granito.
En total se trata de una fuente que eleva más de 7 metros en su punto más alto. Y en la base ocupa un rectángulo de 26,10 x 27,50 metros. Una superficie que se completa con el citado estanque que le precede, que tiene la misma anchura pero su largo es de 34,50 metros.
Así, por sí sola, ya sería una obra muy interesante, pero todavía tiene más complementos. Por ejemplo, cuando nos acercamos desde la basílica, entre tanta horizontalidad de la plaza, justo antes de llegar y a la derecha, rápidamente destacan tres grandes monolitos blancos. Nos referimos a esos tres prismas que sirven para la típica inscripción conmemorativa que plasma la fecha de construcción y las autoridades que la inauguraron.
Pues bien, esos bloques también tienen su significado. Se trata de una representación abstracta de las tres carabelas (perdón a los puristas, dos carabelas y la nao de Santa María) con las que Colón descubrió América precisamente el día del Pilar de 1492.
Y si esos elementos blancos están al lado derecho, un poco más centrado está el famoso globo terráqueo de hormigón. Una evidente alusión al mundo de la navegación y de los descubrimientos. Por eso adquiere todo su sentido en vecindad con la Fuente de la Hispanidad.
Toda esa es la historia del monumento y los objetivos. Aunque seguramente que cuando se ideó el conjunto, nadie pudo prever que la Fuente de la Hispanidad se transformaría en la imagen de los rigores del estío en la ciudad. Y tampoco nadie imaginó que la representación del planeta en el gris hormigón se convertiría en uno de los puntos favoritos para que los turistas, y cualquier instagramer que se precie, se hagan la pertinente foto en la capital aragonesa.
Por cierto, ¿sabes quién es el autor de esta escultura del globo terráqueo? Fue Francisco Rallo Lahoz. Un artista muy fecundo en Zaragoza, con obras como el caballito de la Lonja, los Leones del Puente de Piedra o algunas otras fuentes en la plaza del Pilar. O sea, que posiblemente le dediquemos más adelante uno de nuestros artículos culturetas.