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Paseo Sagasta, ¿el Paseo de Gracia de Zaragoza?

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A principio del siglo XX Zaragoza y la mayoría de ciudades españolas, se encontraban en un importante proceso económico y demográfico. Las ciudades, en constante crecimiento, seguían expandiéndose y empezaban a recoger dentro de las mismas a antiguos asentamientos urbanos e industriales.

Todo esto comenzaba a necesitar de una nueva manera de hacer. Ya no servía la “planificación instantánea” del promotor privado, sino que se necesitaba de una planificación más ambiciosa. Una estrategia urbanística que fuera capaz de estudiar las necesidades del ciudadano para darles respuesta a una escala global y en una linea temporal centenaria. Este fue el caso especifico del Plan Cerdá de Barcelona comenzado a mediados del siglo XIX y, más concretamente una de sus arterias principales, el Passeig de Gracia, cuyo cometido fue incorporar al municipio de Gracia en el plan urbanístico de la ciudad.

Este hecho ocurrido en Barcelona, comenzó a ocurrir en Zaragoza a principios de siglo XX. Los límites de la ciudad por aquel entonces formados por los actuales Paseo Maria Agustín, Constitución y Camino la Mina, se mostraban insuficientes para acoger a la población que potencialmente se podría alcanzar, por lo que se comenzó a construir un asentamiento extramuros al sur de la ciudad articulandose principalmente en dos vias, las actuales Paseo Sagasta y Gran Via.

Mientras Gran Via, fue una prolongación natural de la ciudad continuando el eje de Independencia, el paseo Sagasta fue una intervención urbanistica distina. Éste, supuso una aproximación al barrio de Torrero, denostado y aislado por aquel momento. Como el passeig de Gracia de Barcelona, el paseo de Sagasta de Zaragoza, había sido un camino aislado, falto de urbanización y arquitectura hasta que el plan Cerdá en el caso de Barcelona y la ordenación del paseo de Sagasta realizada por el ilustre arquitecto municipal Ricardo Magdalena, tuvieron lugar.

Ambos proyectos urbanisticos supusieron una importante inversión para las ciudades y como tal, se hizo uso de ellos para empezar a formalizar la imagen de la nueva ciudad moderna y progresista.

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‘A semejanza pues, de lo que en Barcelona se hizo al construir la calle de Aragón, puede aquí construirse otra calle análoga, a la que podría darse un ancho total de 30 metros, o sea diez metros aproximadamente a cada lado de la vía. Puentes en todos los cruces y calles y en los intermedios que se considere necesario establecerían la comunicación necesaria a una cómoda circulación.’ RICARDO MADALENA

El paseo de Sagasta de Zaragoza, como el Passeig de Gracia de Barcelona,  se dotó de tranvía, una fuerte vegetación y vías para carruajes, automóviles y paseantes. Así mismo, se diseñaron escrupulosamente elementos de urbanización tales como farolas o farolines, bancos y papeleras. Sus dos frentes edificados se estudiaron concienzudamente para aprovechar al máximo el soleamiento de la vía. Mientras el frente este, fue diseñado para soportar viviendas colectivas de altura Baja + 4, en el frente oeste se dispuso una secuencia de palacetes de alturas Baja + 2, ideales para prolongar alguna hora diaria la incidencia del sol en el paseo durante la tarde.

Todo esto sumado a un fuerte interés en la zona por la burguesía de la época, atrajo a arquitectos de reconocido talento para desarrollar y construir la corriente artística más novedosa de Europa. El art Nouveau francés o en España, el modernismo.

Mientras la arquitectura del Passeig de Gracia de Barcelona contiene diseños de arquitectos como Antoni Gaudi o Domenech i Montaner, el paseo de Sagasta se llenó de proyectos realizados por arquitectos ilustres como José de Yarza, José Graner Prat y Manuel Martinez de Ubago.

Algunos ejemplos  comparativos entre  una intervención y otra podrían ser:

1º Proyecto para Don Pedro Narcolaín (1903) a la izquierda diseñado por el maestro de obras catalán José Graner Prat y la casa Navás por Domenech y Montaner (1901) a la derecha.

2º Un año después, en 1904, el arquitecto Manuel Martínez de Ubago construyó la casa para Don Emerenciano García. Se levantó una vivienda de tres pisos con fachada asimétrica, donde destaca el torreón lateral de planta lobulada. Se trata de un edificio con características menos rígidas, y que recuerda al arquitecto catalán Antoni Gaudí por la plasticidad de sus formas y el orden ondulante de sus huecos. Lamentablemente fue demolida en 1976, aunque podemos intuirla a través del siguiente plano de fachada (izquierda).

CASA DEL SR. JUNCOSA

3º El ejemplo más destacado de las escasas viviendas modernistas es la casa del Sr. Juncosa en Sagasta 11, por el arquitecto José de Yarza Echenique y declarada monumento nacional en 1983. La vivienda se levanta en 1903, el momento de mayor apogeo en la construcción de las viviendas del Paseo.

El edificio es un ejemplo del modernismo aragonés y de clara influencia catalana, sobre todo en la decoración floral. Este hecho se explica a través de la estrecha relación del arquitecto aragonés con Domenech i Montaner y Bassegoda i Busté. La vivienda presenta novedades respecto a otras del mismo estilo en la ciudad, a pesar de tener una fachada simétrica en torno a un eje central.

Algunas de ellas son: la sustitución del ladrillo por piedra, la ruptura con el alero que remataba las viviendas del siglo XIX y la implantación de un remate escalonado (recuerda a algunas casas levantadas por Domenech i Montaner). Por otro lado, se añade hierro forjado en balcones y miradores, lo que manifiesta la importancia tanto de las artes industriales en Zaragoza, como la labor de la Escuela de Artes y Oficios de la que fue Profesor Ricardo Magdalena.

En cuanto a la arquitectura de los edificios del Paseo, es triste conocer que gran parte de las viviendas modernistas del patrimonio artístico aragonés, fueron demolidas a principios de siglo. Además sus construcciones posteriores fueron diluyendo este estilo característisco por un eclecticismo decimonónico que volvió a resalzar motivos que ya habían quedado atrás después del barroco y el renacimiento.

Este hecho unido a los diferentes booms inmobiliarios españoles ocurridos durante los últimos 70 años, consiguieron que la particularidad del paseo de Sagasta de Zaragoza, se diluyera y sus pequeños monumentos supervivientes cayeran en el olvido.

A diferencia del Passeig de Gràcia de Barcelona, el paseo de Sagasta nunca llegó a ser un icono para la ciudad, porque Zaragoza, una vez más, no supo entender ni realzar su patrimonio. No entendió ni desarrolló su propia identidad y prefirió dar libertad a los intereses privativos.

El paseo de Sagasta difícilmente será lo que pudo llegar a ser, pero todavía estamos a tiempo de rehabilitar y poner en valor lo que aun tenemos, todavía somos capaces de volver a ser la ciudad que siempre fuimos.

Autor Alejandro Lezcano (CRONOTOPOS ARQUITECTURA)

Colaborador : Alba Aparicio (CRONOTOPOS ARQUITECTURA)

Foto principal: Gran Archivo Zaragoza Antigua

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