Conoce la historia de la Fuente de las Musas en Huesca - Enjoy Zaragoza
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¿Qué sabes de la Fuente de las Musas en el corazón de Huesca?

Fuente Huesca detalle

La Fuente de las Musas cuenta con una historia maravillosa de una fuente que recorre diferentes puntos de Europa y América hasta llegar a Huesca

A pesar de su alto coste, de 6.500 pesetas, en aquella época, se ubica en el centro de la plaza de Navarra desde 1885

Texto e imágenes de Armando Cerra

Cuando se visita Huesca, la plaza de Navarra (o de Zaragoza, según quién la nombre) es un lugar de paso imprescindible. Se atraviesa para llegar hasta los Porches de Galicia, para desde ahí darnos un garbeo por el Coso. También es un buen lugar para dirigirnos hacia los bares más trasnochadores en el entorno de la calle San Lorenzo. Al igual que la plaza nos puede llevar hasta el acogedor Parque Miguel Servet.

Aunque la plaza de Navarra no es solo un lugar de paso. Tiene sus propios atractivos. Por ejemplo, fotografiar la arquitectura blanca y modernista del Casino, uno de los edificios más elegantes de la capital oscense. Y donde además nos aguarda el restaurante Lillas Pastia, galardonado con estrellas y soles año tras año. 

Y desde luego no podemos olvidar la Fuente de las Musas (o de las Ninfas, según quien la nombre) ubicada en el centro de la plaza desde 1885. ¡Uno de los rincones más agradables de la ciudad, sin duda alguna! Agradable y también muy curioso, ya que posee una historia que comienza muy lejos de aquí. Ni más ni menos que en la Exposición Internacional de Londres del año 1862.

En aquel certamen londinense se presentó una fuente monumental creada por el francés Jean Baptiste Jules Klagmann, uno de los escultores más eminentes de la Francia imperial de Napoleón III. No obstante, hay que decir que aquella fuente había sido concebida por el artista, pero había sido materializada por una potente empresa de fundición propiedad de otro francés, Antoine Durenne.

El caso es que la colaboración entre Klagmann y Durenne resultó de lo más fructífera, porque su fuente fue todo un éxito, y acabó siendo adquirida por Daniel Ross. Un personaje que había acumulado una gran fortuna como fabricante de armas, pero que al mismo tiempo tenía una vertiente filantrópica. De hecho, compró esta fuente y la donó a la ciudad de Edimburgo, en Escocia, donde todavía hoy se conoce con el nombre de Ross Fountain.

Sin embargo, Ross solo compró un ejemplar de la fuente. Durenne, viendo el éxito de la obra, se preocupó de hacer moldes de la misma para poder fabricar réplicas en serie. Y no solo eso. Idearon ciertas variaciones del original, para que pudieran satisfacer los gustos y presupuestos de una variada clientela. De esta manera fuentes similares acabaron en lugares de Europa o de América. Y por supuesto, una de ellas recaló en Huesca.

En la capital altoaragonesa se planteó en 1881 la traída de aguas potables desde el manantial de San Julián de Banzo, a los pies de la Sierra de Guara.  Y aquella importante obra de abastecimiento para la ciudad debía rematarse con la creación de una fuente en la que manaran esas aguas. Así que uno de los empresarios implicados en tal infraestructura decidió comprar una fuente a la fundición Antoine Durenne, que incluso tenía una delegación en Barcelona. Y la fuente elegida fue el modelo U de la original Ross Fountain. 

¿Cuánto le costó aquella obra comprada por piezas? ¡6.500 pesetas! ¡Un dineral en la época! A lo cual había que añadir la taza y el zócalo, ya que solo estaba incluida la parte escultórica en hierro fundido. Sin embargo, visto el desembolso con el paso del tiempo, podemos decir que mereció la pena hasta la última peseta que se pagó por ello. Basta detenernos un poquito ante la obra para comprobarlo.

Toda la escultura es un enorme conjunto de figuras. En la parte más baja están las ninfas, cada una con su respectivo cántaro vertiendo agua sobre conchas. Esa agua rebosa y acaba en la taza, de donde en otro tiempo se podría coger el líquido. Pero como ahora ya no es una fuente de abastecimiento, sigamos fijándonos en los detalles escultóricos.

Cada pareja de ninfas del mar tienen en su parte alta unas cabezas de león doradas y unas volutas que simulan sostener toda la parte alta de la fuente. Ahí se distinguen 4 platos enormes sobre los que están sentadas las cuatro musas. Cuatro figuras femeninas cada una con su elemento simbólico. Una lleva una lira simbolizando la poesía, otra representa a la industria y, por eso, porta un martillo y una pequeña prensa de vino. También está la alegoría de la ciencia con su inconfundible esfera armilar, y a su lado la musa de la pintura con su paleta de colores.

Estas son las esculturas más refinadas de todo el conjunto, y por eso le dan el nombre de Fuente de las Musas. Pero en realidad hay muchos otros detalles a observar. Hay pequeños angelotes, está la gran piña de la parte más alta, hay que descubrir los numerosos surtidores repartidos por toda la escultura y por la taza. En definitiva, la Fuente de las Musas es una obra de lo más atractiva, que además guarda una historia interesante. Uno de esos lugares que le proporcionan un encanto especial a la ciudad de Huesca. 

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