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Visitamos el Rosellón, el sur de Francia que fue parte de la Corona de Aragón

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El Rosellón se encuentra al sur de Francia limitando con Cataluña. De hecho si habéis viajado por la AP-7 hasta la frontera de La Jonquera, entráis al país vecino atravesando el Rosellón, una pequeña parte de la región de Occitania que se extiende por una amplia área del Midi francés.

Texto: Armando Cerra 

Esa es su actual situación administrativa, pero no siempre ha sido así. Si nos trasladamos en el tiempo, cuando los territorios no eran de sus habitantes sino de unos pocos señores aristócratas y casi siempre despóticos, descubrimos que existió el Condado de Rosellón. Una tierra que por avatares de caprichosas herencias y testamentos fue de manos del conde Gerardo II de Rosellón a ser propiedad rey de Aragón Alfonso II, algo que ocurrió en 1172.

De esta manera, el Rosellón pasó a ser posesión del rey de Aragón, que no de los aragoneses. Y fue otro rey aragonés, que también por capricho y por afán de sus intereses personales y familiares el que se inventó un singular Reino de Mallorca. Fue Jaime I el Conquistador, que creó tal reino mallorquín integrado por sus posesiones baleares y por el Rosellón. Un reino creado ex profeso para confiárselo a su vástago Jaume II de Mallorca.

Con tal denominación y dominio perduró mucho tiempo, en concreto hasta los años de Pedro IV el Ceremonioso, quién se encargó de llevar la Corona de Aragón hasta uno de sus momentos de máxima esplendor incluyendo las tierras aragonesas, valencianas, catalanas, baleares e incluso griegas. Y por supuesto también dominios franceses como el antiguo condado de Rosellón.

Así permaneció en manos de los monarcas aragoneses hasta Fernando el Católico. Y ya sabemos que fruto de su matrimonio con Isabel acabó formándose lo que hoy es España, unida como tal de facto cuando heredó todos los dominios de sus abuelos el rey Carlos I. Y en esos dominios se incluía Rosellón, un territorio que siguió bajo dominio español mucho tiempo más. En concreto hasta noviembre de 1659, cuando fue entregado al rey francés tras la firma del Tratado de los Pirineos.

Es decir, que el Rosellón de una forma u otra ha estado vinculado con España durante más de 500 años, y eso se ve en cualquier visita que se haga. Por cierto, una visita más que recomendable ya que tiene muchos lugares interesantes que nos hacen descubrir nuestra propia historia.

Eso es algo con lo que nos topamos pocos kilómetros tras cruzar la frontera. Aquí va un consejo, dejad la autopista y tomad las reviradas carreteras locales. Esta es la mejor forma de disfrutar de este tramo del Mediterráneo, el cual se denomina la Costa Bermeja.

Tantas curvas y cuestas os acercan muy pronto a pueblecitos de mar como Port Vendres que merece una parada, tanto por ver su iglesia de Sainte Marie como por las playas del entorno. Playas o más bien calas que se van sucediendo por el camino y que conducen a una de las paradas más espectaculares del viaje al Rosellón.

Nos referimos a Collioure, un pueblo que mira al mar y que posee junto al Mediterráneo el portentoso Castillo Real, que alojó a algún que otro rey de la Corona de Aragón. No solo merece la pena ver el castillo. También hay que comprobar cómo el campanario de la principal iglesia además es faro para los marineros. Igualmente hay que darse un paseo por sus calles de sabor marinero y degustar sus anchoas. Y por supuesto hay que recordar a Antonio Machado que falleció en este lugar, a un paso de la frontera de la que había salido huyendo por la Guerra Civil.

No es el único recuerdo a los exiliados españoles que hay en el Rosellón. Un poco más adelante nos aguarda el pueblo de vacaciones Argeles sur Mer donde hay un enorme memorial recordando a los españoles que tuvieron que abandonar su país y que acabaron en campos de concentración.

Tras ese recuerdo seguid ruta hacia Elna con su impresionante iglesia de Notre Dame del Prat, que casi parece una fortaleza. Y sin dejar de ver el mar, comprobad como la costa se van convirtiendo en un rosario de lagunas donde siempre hay aves acuáticas descansando de sus constantes migraciones.

Así sin daros cuenta llegaréis a Perpignan, donde os aguarda un rico patrimonio emparentado con nuestra historia. Lo podéis comprobar visitando El Castillet y también el Palacio de los Reyes de Mallorca. Perpignan es un buen lugar hacer noche ya que se trata de una ciudad con abundantes servicios. No obstante, si para esta escapada buscáis algo más tranquilo adentraros hacia el interior y buscad alojamiento por el entorno de Prades. Una buena zona para disfrutar de las vistas al Pirineo y lugares tan vistosos como el Canigó. 

Además de que podréis visitar un lugar realmente fantástico, casi fantasmagórico. Son las Orgues d’Ille sur Têt. Una maravilla geológica fruto de la erosión que alguna vez se ha comparado con la Capadocia. En definitiva, una de esas sorpresas que nos depara una escapada por el Rosellón, esa región francesa con la que tantos vínculos históricos nos unen.

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