El otoño, una estación en la que los bosques del del Moncayo se convierten en parajes de cuento - Enjoy Zaragoza
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El otoño, una estación en la que los bosques del del Moncayo se convierten en parajes de cuento

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Una visita al Moncayo y sus alrededores es todo un clásico para los meses que se nos avecinan. En realidad, cualquier época del año para hacer esta excursión. Pero es innegable que durante el otoño, los bosques del Moncayo se convierten en parajes de cuento

Texto: Armando Cerra – Foto: Turismo de Aragón

¿Sabéis de donde viene el nombre de Moncayo? Pues como tantas y tantas de nuestras palabras, su origen hay que buscarlo en el latín. Cuando los romanos llegaron por estas tierras les llamó la atención semejante montaña. ¿A quién no le ocurre, cuando nos referimos a una cima que se eleva hasta los 2.314 metros de altura, siendo la cumbre más alta de todo el Sistema Ibérico? Una altitud y una ubicación que en aquellos tiempos provocaba que el pico estuviera nevado muchos meses al año. 

Así que a algún legionario de espíritu poético se le ocurriría la metáfora de monte canoso, mons caius, para referirse a su cima blanca. Y de ello, la expresión evolucionó hasta nuestro Moncayo. El cual sin duda tiene mucha menos nieve que entonces, pero será precisamente en las próximas semanas cuando caigan los primeros copos en sus partes más altas.

 

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Y es que el Moncayo se convierte en la barrera perfecta entre dos ambientes, el de las tierras castellanas y el del Valle del Ebro. Eso hace que las nubes encuentren aquí una frontera, y las precipitaciones sean más habituales en esta montaña que en todo su entorno. Algo que se traduce en una vegetación de lo más singular en estas latitudes.

Esa singularidad hace que se trate de un espacio protegido y el Parque Natural de Moncayo sea uno de los más antiguos y valorados de Aragón. Pero sobre todo, las condiciones climatológicas que tiene, lo convierten en un destino otoñal por antonomasia.

Para preparar esta excursión basta con llevar algo de abrigo, porque puede refrescar en cualquier momento y mejor aún si son prendas impermeables. Y desde luego hay que calzar botas de montaña para caminar por sendas cargadas de encanto. Con esto nos referimos a los senderos que discurren por las faldas de la montaña, ya que si se tiene el objetivo de hollar la cima, lo mejor es llevar un equipo alpinista más específico, y sobre todo consultar antes las previsiones meteorológicas, ya que un temporal allí arriba puede tener consecuencias dramáticas.

 

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Así que nosotros de momento optamos por una actitud más excursionista por las laderas moncaínas. Ese recorrido puede transitar entre robles, carrascas y pinos. Si camináis por eso ambientes, no os será difícil ver una gran cantidad de hongos y setas. Los expertos que estén seguros de lo que es un boletus edulis o la amanita cesarea que aprovechen la ocasión. Pero el resto, lo mejor será que os conforméis con contemplarlas, y no os arriesguéis  a comeros alguna seta tóxica, que como poco os provoque una severa descomposición.

Otoño es época de setas en el Moncayo. Pero sobre todo son meses para pasear por los hayedos. Las hayas son de hoja caduca. Es ahora cuando estos árboles se desprenden de sus hojas de ocres, las cuales caen por miles al suelo, hasta crear una alfombra donde solo hay resquicio para las rocas más grandes, que siempre acaban cubiertas por el intenso verde del musgo.

Os será imposible no hacer fotos y tener la sensación de que en cualquier instante aparecerá entre las sombras un hada del bosque, o ¿por qué no un diminuto gnomo? No os sintáis raros. Nos pasa a todos al contemplar estas estampas. Incluso a un escritor como Gustavo Adolfo Bécquer le fue imposible no dejarse llevar y crear un buen número de sus leyendas en estos parajes.

De hecho, tal vez la mejor guía para recorrer las tierras del Moncayo sean los relatos de Bécquer. Allí nos hablan de todos los encantos que nos aguardan. Desde el impresionante monasterio de Veruela donde se refugió para tratar de curar su tubercolosis hasta pueblos cargados de magia y brujería como Trasmoz, que como ya os contamos es el único pueblo excomulgado.

 

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Y es que lo bueno de visitar el Moncayo, sea cuando sea, es que es un lugar que ofrece alicientes para todos los gustos. 

Los más montañeros pueden coronar la cima. Los senderistas y ciclistas pueden gozar de rutas para todos los niveles. Los amantes del patrimonio descubren joyas como Veruela o la cercana Tarazona y su enorme patrimonio. Aquellos que van con niños, pueden acercarse a varios centro de interpretación para descubrir de forma muy didáctica mil y un secretos de la naturaleza. 

Hasta los amigos del misterio tienen una cita inexcusable en el Moncayo, y no para buscar las hadas de Bécquer o las brujas de Trasmoz, sino para alucinar con las cacofonías y los lamentos entre las ruinas del sanatorio de Agramonte. ¡Nada más otoñal que pasar ahí un poquito de miedo!

En definitiva, que nadie se pierda una excursión al Moncayo. Y mandarnos fotos que muestren toda su belleza en esta época del año.

Foto principal: Turismo de Aragón.

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