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Naturaleza e historia en el Parque Bruil de Zaragoza

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Te contamos la historia, curiosidades y detalles de uno de las zonas verdes más agradables de visitar en el centro de la ciudad, el Parque Bruil de Zaragoza

Texto y fotos: Armando Cerra

Ya es primavera. O sea que a todos nos apetece disfrutar del sol y salir a dar una vuelta. Todavía más en estos tiempos pandémicos, donde cualquier excusa es buena para pasear al aire libre. De manera que hoy os invitamos a caminar por uno de los parques más curiosos de Zaragoza: el Parque Bruil.



Pocos parques de Zaragoza tienen tantas historias que contarnos como el Parque Bruil. Por ejemplo, ¿sabías que aquí se sitúan los orígenes de Real Zaragoza? ¿O qué aquí hubo una montaña rusa o que algunos de sus árboles son naturales de la China? Tal vez te suene la presencia de animales en su pequeño zoo o sepas que hubo una piscina municipal. De todo eso y mucho más os queremos hablar a continuación.

El Parque Bruil se extiende a lo largo de 4 hectáreas en el centro de la ciudad. En concreto se ubica junto al actual Centro de Historias, es decir, el antiguo Convento de los Agustinos Observantes. Y es que durante siglos la extensión del parque hasta el río Huerva, era la huerta de esos monjes. Pero cuando en el año 1835 fueron desamortizados muchos inmuebles y propiedades de la Iglesia, también estos campos cambiaron de manos. Fue así como poco tiempo después el terreno fue adquirido por Juan Faustino Bruil.

Este personaje fue un influyente banquero y político de mediados del siglo XIX. De hecho, alcanzó el rango de ministro de Hacienda y fue uno de los grandes valedores de que el futuro ferrocarril internacional de Canfranc se comenzara a tener en cuenta en Madrid. No obstante, aunque Bruil pasara mucho tiempo en la capital española, su refugio era su finca zaragozana.

En el parque que hoy lleva su nombre, Juan Bruil se hizo construir una torre magnífica y recurrió a jardineros franceses para que diseñaran un entorno natural extraordinario. La riqueza vegetal actual es heredera de aquella intervención paisajística. Por supuesto se plantaron especies conocidas por estos lares como encinas, moreras o ciruelos, pero también se pueden encontrar otras más exóticas como los palmitos, la secuoya, el aligustre del Japón o el pitosporo o azahar de la China.



También Bruil incorporó fauna a su finca. Desde corzos y faisanes, hasta cisnes para los estanques e incluso monos. Por supuesto se levantó una lujosa residencia propia de un hombre adinerado. Pero además preparó un auditorio para conciertos, encargó una peculiar montaña rusa más alta que la gran mayoría de edificios de la época, e incluso programaba espectáculos teatrales y circenses. A todo ello, podían entrar los ciudadanos los domingos.

No obstante, todas esas maravillas se han perdido, entre otras cosas, porque la finca desde el último cuarto del siglo XIX ha ido cambiando de propietarios de una forma casi continua. Ha estado en poder de notarios, escritores o ingenieros. De hecho, no ha sido una propiedad pública hasta 1959, cuando el alcalde Gómez Laguna culminó la expropiación de los terrenos y se comenzó a trabajar en su transformación en parque. Y con esa función se inauguró en 1965.

Pero antes de esa fecha tenemos que nombrar otros datos curiosos. Todavía hoy se ven los restos de un gran molino aceitero. Pues bien, eso es lo más antiguo de todo el conjunto, ya que son los vestigios del llamado Molino de Goicoechea, una infraestructura por la que incluso se libraron batallas con los franceses durante los Sitios de Zaragoza. Y es que hoy solo vemos una minúscula parte de lo que fue ese molino que contaba con seis prensas distintas y tres bodegas.

De este antiguo molino vemos una recreación en la que hoy juegan los críos, y en cambio no hay ningún vestigio que nos hable del primer campo de tierra donde jugó el Zaragoza C.D. entre 1924 y 1932. En ese año el equipo se fue a una nueva cancha en el barrio de Torrero, y posteriormente ya se estableció en la Romareda, donde sigue en la actualidad.



Más reciente son otros dos recuerdos del Parque Bruil, ambos relacionados con animales. ¿Sabías que aquí, en la parte más próxima al Huerva, hubo un canódromo? O te imaginas ver a leones y zorros en el centro de Zaragoza? Pues sí, los hubo. Recuperando la filosofía de Juan Bruil, cuando se inauguró el parque en 1965, se creó un área zoológica. Donde ahora se despliega una pista de patinaje, hubo jaulas para una pareja de leones, pavos, jabalís o dos monos que se llamaban Chita y Rafael. También había zorros y osos. Estos fueron los últimos en desaparecer. De hecho, sus últimos años fueron lamentables, y la osa Nicolasa vivió allí en unas condiciones pésimas hasta 1984, cuando se la trasladó al Rioleón Safari de la Costa Dorada.

Aquella imagen de la osa enjaulada en unas condiciones deplorables por fortuna ya ha pasado a la historia. Hoy el Parque Bruil es una de las zonas verdes más agradables de visitar en el centro zaragozano. Un lugar en el que juegan los niños, es posible caminar, hacer un picnic, practicar deporte con amigos o simplemente darse un garbeo entre el arbolado y las escalinatas para finalmente llegar a orillas del río Huerva y encaminarnos hacia su desembocadura en el Ebro. Ahí precisamente comienza otra zona de asueto muy atractiva para los zaragozanos: las riberas del río. ¡Pero de ellas hablaremos en otra ocasión!

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