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¿Conoces la tradición de la tronca de Navidad?

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La tronca de Navidad es una antigua tradición aragonesa donde se guardaba el tronco más grande de la leñera para esta fecha tan especial

Este ritual navideño cuenta con un origen tan lejano como incierto e incluso se ha perdido con el paso del tiempo

Texto de Armando Cerra – Imagen principal de Turismo de Aragón

Pocas fechas del calendario están tan llenas de actos tradicionales para celebrarlos en familia como los días de Navidad, con la cena de Nochebuena como momento central. Existe todo un ritual para esa noche. Unos ritos que han ido cambiando con el paso del tiempo y se han adaptado a las formas de vida de cada época. Por eso, mientras hoy nos dedicamos a ver programas de la tele o usamos los smartphones para estar en contacto con algún familiar que anda lejos, antaño todo era más hogareño. Literalmente, porque gran parte de la noche se pasaba junto al hogar, o sea, junto al fuego de la chimenea. Y ahí durante la Nochebuena había un trozo de leña que destacaba por su tamaño y que iba a tener un enorme protagonismo. Era la tronca de Navidad.

¿Has oído hablar de esa tradición de la tronca de Navidad? Aunque según de la zona del Pirineo oscense de la que provengas tal vez la hayas escuchado con otro nombre: el tizón de Navidad o la toza, la corniza o la zota. Si bien, se le llame como se le llame, el rito en esencia era muy parecido desde los hogares pirenaicos desde los valles occidentales hasta los de la parte oriental, cerca de tierras de Cataluña, donde por cierto también se mantiene esta costumbre de la tronca navideña.

La tradición consiste en guardar uno de los troncos más grandes de la leñera para esta ocasión. Y si tiene oquedades mucho mejor. Aunque si no las tiene, también se le pueden hacer con cuidado. Ese tronco durante unos días se pone cerca del fuego, se le abriga con una manta para que esté calentito y pueda dar “frutos”. Aunque antes de que llegue la gran noche, los adultos de la casa aprovechaban los despistes de los peques para meter esos “frutos” en los agujeros del tronco. Ahí colocaban dulces, gominolas, frutos secos y hasta alguna moneda.

Todo estaba preparado ya para el gran momento. Se acercaba la tronca un poco más al fuego y se la bendecía. Hasta se le echaba un poco de vino o anís para que generara algo de llama y ganara en espectacularidad el ritual. Luego se recitaba una especie de conjuro y se les pedía a los niños que dieran unos golpes al trozo de madera. Entonces “cagaba la tronca”. Es decir, caían todos esos dulces y regalos de dentro. 

Ni que decir tiene que era un momento de alegría y que se emparenta claramente con la apertura de regalos que ahora se hace bajo el árbol de Navidad. Si bien en un ambiente mucho más austero y menos consumista que nuestras navidades actuales. Pero no había acabado aquí la función de la tronca.

De manera definitiva se echaba el tocón al fuego y se dejaba arder. Al ser un madero de dimensiones considerables, duraba mucho en el hogar. E incluso después de las bendiciones y conjuros recitados en familia se creía que sus cenizas y los pequeños trozos de carbón que habían quedado tenían poderes y virtudes extraordinarias. Por eso, se recogían sus restos para echarlos en los campos y huerta de la familia, con la creencia de que eso les proporcionaría un año de buenas cosechas.

En esto básicamente consistía la tradición de la Tronca de Navidad, con variaciones locales a lo largo y ancho de las montañas oscenses. Es cierto que cambiaban el conjuro y también van variando las palabras en aragonés que se usaban. E incluso había zonas donde no era habitual que se rellenaran los agujeros con regalitos. Pero el espíritu de la tradición era el mismo. Se trataba de celebrar un acto en familia, deseándose lo mejor y alegrándose de que llegaba el solsticio de invierno, de manera que los días empezaban a alargarse y se iniciaba un nuevo ciclo de vida.

Es obvio que la tradición de la tronca se fue perdiendo conforme desaparecieron las chimeneas de las casas y sobre todo conforme nos fueron inundando otras costumbres navideñas llegadas de lejos. Aún así siempre ha habido montañeses que la han celebrado y la han mantenido. Tanto que ha perdurado hasta nuestros días, e incluso diversas asociaciones y grupos culturales han hecho el esfuerzo de divulgarla y promoverla. Al fin y al cabo es una tradición aragonesa de origen tan lejano como incierto, pero tremendamente entrañable. 

¿Has bendecido alguna vez esta tronca y le has pedido que “cague” regalos? ¡Cuéntanos!

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