Historia de la Gran Vía de Zaragoza - Enjoy Zaragoza
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Esta es la historia de la Gran Vía, una de las principales avenidas de Zaragoza

GRAN VIA -07

La Gran Vía de Zaragoza es un paseo que fue vital para el crecimiento de Zaragoza en el siglo XX y que es una arteria imprescindible en la ciudad

Texto de Armando Cerra

Hoy vamos a recorrer la calle zaragozana de la Gran Vía. Una avenida y un paseo que fue vital para el crecimiento de Zaragoza en el siglo XX y que es una arteria imprescindible y de lo más elegante para la ciudad en el siglo XXI.

A comienzos del pasado siglo XX, en Zaragoza crecía el número de habitantes de un modo exponencial, así que la ciudad tenía que desarrollarse, que expandirse, que ensancharse. Esa es la palabra, ya que desde 1906 se planificó un ensanche para la ciudad, y en aquel planeamiento ya se recogía la necesidad cubrir el cauce del río Huerva y convertirlo en una avenida que se dirigiera hacia el sur, hacia la carretera de Teruel y el futuro Parque Buenavista, o sea, el Parque Grande.

Hace unos días os hablamos de cómo por esas mismas fechas estaba creciendo el Paseo Sagasta, en cuyas aceras se alzaban algunos de los edificios modernistas más bellos de Zaragoza. Pues bien a un paso, todavía faltaban unos años para canalizar y soterrar las aguas del Huerva y así poder crear un bulevar. De momento solo era un plan, un sueño.

No fue hasta 1924 cuando se hizo realidad. Había surgido la Gran Vía, aunque todavía no iba a recibir ese nombre. Se barajaron otras denominaciones. ¿Qué tal Avenida de la Libertad? ¿O Paseo Pablo Iglesias? ¿O por qué no Paseo Calvo Sotelo? De todas esas formas pudo llamarse, pero al final quedó como Gran Vía, en una moda de bulevares que por entonces triunfaba en España ya que con idéntico nombre lo encontramos en el callejero de Madrid, Barcelona, Valencia, Granada, Murcia o Bilbao.

Ciertamente sus dimensiones con 40 metros de anchura bien merecía la denominación de gran. Y más aún conforme fueron ubicándose magníficos edificios en sus laterales. De hecho, el comienzo de la Gran Vía en su confluencia con Plaza Paraíso no puede ser más espectacular.

A un lado el Paraninfo de la Universidad de Zaragoza, un templo del saber proyectado por Ricardo Magdalena, uno de los arquitectos que mejor más moldeó la capital maña a comienzos de la pasada centuria. Todavía hoy un lateral del Paraninfo sigue animando el paseo por la Gran Vía, y es un entretenimiento ir distinguiendo los personajes ilustres y sabios que aparecen en su fachada.

Mientras que al lado opuesto de la Gran Vía, haciendo chaflán con Sagasta, se eleva un edificio monumental firmado en 1945 por otro arquitecto insigne de Zaragoza, Teodoro Ríos. Él se encargó de proyectar este inmueble para la Caja de Ahorros y Monte de Piedad de Zaragoza, o sea, el antecedente de Ibercaja, cuya sede acristalada hoy se encuentra a escasos metros de allí, invitando a una reflexión sobre los gustos estéticos de cada época. 

Pero volvamos al edificio de Teodoro Ríos. Si nos fijamos en ese chaflán, en la parte más alta llaman la atención unas esculturas en el que se ve algún cofre, una rueda, un cuerno de la abundancia, y otros detalles que hacen comprender el título de la obra: El Ahorro, muy de acuerdo con la entidad que sufragó esta obra del escultor Félix Burriel.

En definitiva, que la entrada a la Gran Vía desde plaza Paraíso es de lo más atractiva. Pero eso solo es el comienzo. Ahora misma cuando comenzamos el paseo, es el propio Goya quien nos da la bienvenida, ya que aquí se ha colocado una de las figuras del genio de Fuendetodos que conmemoran el 275 aniversario de su nacimiento.

Tras eso podemos pasear por el bulevar, bajo la sombra de los enormes plataneros e ir fijándonos en otras esculturas. Para gustos los colores, pero personalmente me decanto por uno de los monumentos  más encantadores de la ciudad. Es el grupo de tres chicas, muy estilizadas, que se abrazan, se miran y parecen conversar. Esta escultura que parece tener infinitos puntos de perspectiva se llama Complicidad, y es una obra el artista aragonés Alberto Gómez Ascaso.

Aunque no solo hay atractivos en la Gran Vía en el paseo central. También los hallamos en sus aceras laterales. Por ejemplo, allí está uno de los negocios más elegantes y añejos de la ciudad. Nos referimos a Justo Gimeno, esencia del buen vestir. Su fundador abrió el negocio en el casco antiguo antes de que existiera la propia Gran Vía, pero supo trasladarse a tiempo a la que iba a ser una de las avenidas más transitadas de la capital. Y ahí continua con la tercera generación al frente de la firma.

En fin que este paseo es todo un placer, ¡nunca mejor dicho! Y posiblemente mucho más desde hace unos años. Desde que fue remozado por completo para la implantación del tranvía. Si bien es cierto, que aquella obra fue un auténtico trastorno para vecinos, comerciantes y ciudadanos en general, es obvio que hoy la Gran Vía luce muy atractiva y siempre está concurrida.

No faltan los críos que juegan en las zonas infantiles, que luego están locos por lanzarse por el Tragachicos de la juguetería Abracadabra. Tampoco falta concurrencia en el quiosco del paseo, en la terraza del Hotel Gran Vía o degustando las tapas del Bardot. Y por supuestos, siempre hay gente caminando. Muchos no van a ningún sitio en concreto. Solo pasean. Porque la Gran Vía es uno de los bulevares más agradable de la ciudad, que además puede convertirse en un larga caminata si luego se prosigue por el Paseo Fernando el Católico o por Constitución, pero de esas vías ya os hablaremos en otra ocasión.

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Fotografía: María Rosario Casas Sancho