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Barrio de Casablanca: te contamos el origen y la historia de uno de los barrios más antiguos de Zaragoza

La Casa Blanca del Molino

El barrio de Casablanca es uno de los más lejanos del centro de Zaragoza. Y sin embargo, es uno de los más antiguos de la ciudad. Hoy os contamos algunos detalles de su historia



Texto y fotos: Armando Cerra

La barriada de Casablanca nació como una consecuencia más del Canal Imperial de Aragón. Con la llegada de agua abundante a esta parte sur de Zaragoza, en sus orillas comenzaron a emerger algunas torres y casas rodeadas por campos de cultivo. No obstante, de todas aquellas edificaciones, la más robusta de todas iba a ser la Almenara de San Carlos.

Una casa de servicio del canal, situada junto a las impresionantes esclusas que permiten a las aguas salvar el desnivel del terreno. ¡Si todavía hoy nos impresiona la perfección, simetría y efectividad de esas esclusas. Hay que imaginarse la sensación que causarían a finales del siglo XVIII, cuando el mismísimo Pignatelli se acercó por aquí para mostrar con orgullo su gran legado para Aragón!

Pues bien, para gobernar tales esclusas se construían las almenaras, casonas con estancias para la maquinaria y también con vivienda para los operarios. Todas ellas muy similares. Por ejemplo, un poquito más abajo, donde el Canal sobrevuela el río Huerva, también se conserva la Almenara del Pilar, para gobernar las compuertas del desagüe al río.

El caso es que las esclusas de Casablanca suponían la auténtica entrada de agua a la ciudad, y por eso antes de ellas se construyó una gran balsa para regular mejor los niveles de agua. Esa balsa que hoy se conserva preciosa y rodeada a un lado por el Oarque de los Incrédulos y por una hilera de plataneros en la otra orilla, acumulaba litros y litros de agua. Es decir, una fuente de energía nada despreciable.

De manera que junto a la almenara se construyó una gran casa para alojar molinos que fuesen capaces aprovechar toda esa fuerza hidráulica. Aquella construcción ya destacaba en esos parajes de campos y torres agrícolas. Pero todavía llamó más la atención cuando sus fachadas se encalaron luciendo impolutas. Estaba claro que era un hito en aquel paisaje y de inmediato se le llamó popularmente como la Casa Blanca.

A ella le debe el nombre el barrio. Y por cierto, en la actualidad esa fuerza hidráulica se sigue aprovechando. Ya no para moler grano, pero sí para activar una pequeña central hidroeléctrica.  Y por supuesto el edificio sigue luciendo un blanco intenso que antes servía de referencia para todos aquellos que se acercaban a la zona, fuera caminando o fuera navegando.

Sí, navegando. Hoy nos puede parecer mentira, ya que por el Canal tan solo van los aficionados al kayak y el remo, pero en origen esta fue una vía navegable muy importante. Por aquí llegaban barcazas cargadas de trigo y otros productos agrícolas de la Ribera Alta o de las Cinco Villas. Así que el embarcadero de la Casa Blanca se convirtió en un importante puerto donde las mercancías se descargaban hasta carros que luego las distribuían por toda la ciudad.

Esos fueron ni más ni menos que el origen del barrio. Unos orígenes plasmados en las esclusas, la casa blanca a su lado y por supuesto la Fuente de los Incrédulos, que es al mismo tiempo un monumento y un aleccionadora muestra del “querer es poder”.

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Tanto la fuente como el barrio, ha estado muchas décadas muy alejado del centro urbano. De hecho, ¡hasta comienzos del siglo XXI era considerado un barrio rural! O, ¿sabías que no hubo asfalto por las calles interiores del barrio hasta los años 70?

Sin embargo todo eso no impidió un crecimiento y un desarrollo tan paulatino como contenido. Mientras otras áreas del sur de la ciudad, como Valdespartera o Rosales del Canal han experimentado una explosión constructiva. En el caso de Casablanca no fue así, y pese a ello sorprende saber que la urbanización de Nuestra Señora de las Nieves, situada al otro lado del Canal, fue la primera promoción de vivienda de protección oficial que se hizo en Zaragoza.  Y por su configuración alrededor de una plaza era como un pueblo dentro del pueblo que era Casablanca en los años 60.

Hoy en día sigue manteniendo cierta atmósfera de comunidad. Por su tamaño, casi todo el mundo se conoce al verse por la calle. Y todo aquel que lleva un tiempo v habitando en el barrio, confiesa que le dolería dejarlo por ser un lugar muy cómodo para vivir.

Lo cual no oculta ciertos datos. Porque es curioso descubrir que es uno de los pocos barrios donde no hay colegio público pese a los diversos centros escolares privados, o donde tampoco hay pabellón deportivo público, y sí en cambio las relevantes instalaciones de dos de los clubs más renombrados de la ciudad, como son el Olivar o el Stadium que lleva el nombre del barrio.

Pese a esas y otras carencias, es indudable que el barrio tiene algo especial. Y ese es su vínculo con su auténtica razón de ser: el vecino Canal Imperial. El gran patrimonio natural y cultural del barrio. Os invitamos a descubrirlo.

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