Bodega Sommos Garnacha presenta Araia y Tiaso, dos vinos de elaboración muy limitada en los que podemos encontrar la personalidad de la arcilla (Araia) y la pizarra (Tiaso)
Araia y Tiaso son el fruto de la inquietud del equipo técnico de Sommos por explorar su entorno y su viñedo. En una zona vinícola donde la bodega trabaja poco más de 90 hectáreas de viñedo repartidas en unas 200 parcelas, los suelos se han confirmado como un condicionante único para definir el carácter de los vinos. En todas las parcelas encontramos viejas cepas de Garnacha, plantadas entre 1920 y 1970. El clima también es muy parecido en todas ellas, como las salvedades que pueden suponer la orientación de las laderas o aquellas zonas que están más aireadas. El equipo humano que las trabaja es el mismo, y sigue una filosofía muy similar, adaptándose a las necesidades de cada parcela. Y entonces, ¿por qué se pueden encontrar diferencias tan marcadas entre las uvas de unas parcelas y de otras?
La respuesta está en el suelo. Mientras que algunas parcelas concentran diferentes composiciones minerales, como arcillas, pizarras y granitos; en otras sólo podemos observar un tipo de suelo dominante. Y esto lo cambia todo, desde la forma en la que crece la cepa hasta la uva. En las parcelas en las que abunda la arcilla, el suelo retiene más agua y también cuenta con una mayor riqueza orgánica, y, por tanto, la cepa desarrolla más tronco, creciendo algo más y con una forma retorcida. Estos condicionantes le permiten soportar mejor los veranos en los que el agua escasea, llegando a dar un rendimiento ligeramente superior a la media de la zona, de hasta 1.500 kg/ha. Todavía bajo, si se compara con otras zonas vinícolas, pero superior a muchas otras parcelas de Murero.
Por su parte, los viñedos en los que abunda la pizarra suelen estar en laderas con marcada pendiente. Una conjunción de factores que obligan a la cepa a desarrollar sus raíces entre las grietas de la roca, puesto que el agua escasea y la materia orgánica es casi inexistente. El resultado es un paisaje de cepas bajas, que se deben vendimiar relativamente pronto, con un rendimiento medio de unos 800 kg/ha.
Es curioso cómo los celtíberos, primeros pobladores de Murero, ya dejaron constancia de esta riqueza mineral en la primera inscripción que acuñaron en esta zona. Tiaso significa “pizarra gris” y es el nombre con el que llamaron a la piedra con la que techaban sus casas, y Araia corresponde a la denominación que dieron a la tierra de labranza, la “arcilla roja”.
A la hora de vinificar ambas parcelas, José Javier Echandi, enólogo de la bodega, ha optado en ambos casos por el uso de las levaduras salvajes para mostrar su tipicidad. Es en la crianza cuando llega el cambio más significativo, puesto que Tiaso, el vino de parcelas de pizarra gris, permanece durante 14 meses en tinajas de arcilla de 700 litros; mientras que Araia, el vino de arcilla roja, se cría durante el mismo tiempo en botas de roble francés de tercer año de 500 y 600 litros. En ambos casos, el denominador común es la libertad para que la garnacha muestre toda la identidad que el suelo le ha ayudado a forjar.
Así, Araia es jugoso, amplio y con cierta estructura en boca, fiel reflejo del suelo de arcilla del que proviene. Por su parte, Tiaso es mucho más afilado, fresco y vertical, y recuerda la mineralidad de la pizarra sobre la que se asienta.
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Artículo en colaboración con Bodega SOMMOS