El Jardín Botánico del Parque Grande de Zaragoza es uno de los lugares con más carisma de este gigantesco pulmón zaragozano; te traemos varias curiosidades sobre este magnífico lugar
Texto y fotos: Armando Cerra
El Jardín Botánico del Parque José Antonio Labordeta es uno de los lugares con más carisma de todo ese gigantesco pulmón zaragozano. No somos pocos, los que tenemos un recuerdo de lo más afectuoso de ese lugar, ya que por ahí paseamos de crío con nuestros abuelos, para luego intentar sacarles el alquiler de una bici. Solo por evocar esos recuerdos, ya merece la pena volver a darse una vuelta por ahí. Y para todo aquel que se anime a visitarlo, le vamos a contar alguna curiosidad sobre este lugar.
La antigüedad del Jardín Botánico de Zaragoza
Seguro que habéis leído sobre antiquísimos jardines botánicos de España y Europa. Pues bien, lo primero que hemos de aclarar es que el nuestro no entra en ese grupo. Es cierto que hay documentos históricos que hablan de que la Sarakusta musulmana ya diseñó su propio espacio botánico, por supuesto muy cerca de la Aljafería.
También es verdad que a finales del siglo XVIII, en plena Ilustración, también Zaragoza se sumó a la moda de crear jardines botánicos. Aquí fue impulsado por la Real Sociedad Económica Aragonesa de Amigos del País y por el Colegio de Boticarios de Zaragoza. Pero aquel espacio verde de carácter científico desapareció con la Guerra de la Independencia.
Y desde entonces hasta comienzos del siglo XX, la capital maña no tuvo un jardín de estas características.
¿Por qué se llama Jardín Botánico Javier Winthuysen?
Desde hace unos años el Jardín Botánico de Zaragoza tiene el nombre de Javier Winthuysen y una placa a la entrada del mismo, lo recuerda. Tal vez ese apellido lleve a error, y alguno piense por aquí llegó algún jardinero europeo para aportar sus ideas sobre cómo debía ser nuestro botánico.
Pues no, Javier Winthuysen, nació en Sevilla en 1874 y destacó como pintor paisajista. Fue un auténtico intelectual que se relacionó con gente de la talla de Sorolla o los hermanos Machado. Y su vocación paisajista la pasó del lienzo al diseño de jardines. Algo que realizó en numerosas partes de España como Madrid, Gijón o Aranda de Duero. E incluso en Zaragoza, tras una visita en 1924, se convirtió en el gran inspirador de nuestro Parque Grande.
Los antiguos bancos
Una de las primeras sorpresas que se lleva uno al visitar el Botánico son los viejos bancos que nos dan la bienvenida. Unos bancos decorados con azulejos y donde se lee publicidad histórica. Es cierto que algunos han sido remozados y hoy solo se lee el cartel de Parques y Jardines del Ayuntamiento. Pero todavía se conserva alguno con los spots publicitarios de antaño. Por cierto, para ver más de este estilo, lo mejor es acercarse a las inmediaciones del Batallador y del Jardín de Invierno, en la parte más alta del Parque Grande.
La Estación Fenológica
Una zona no especialmente atractiva del Jardín Botánico es una caseta vallada, en torno a la cual siempre hay patos. Un cartel identifica el sitio. Se lee claramente: Estación Fenológica. ¿Qué es eso? Pues bien, ahí reside la función científica del jardín, ya que es un lugar creado para estudiar cómo afectan los cambios de clima a las especies vivas.
Y es que hay que tener en cuenta que los jardines botánicos del mundo siempre tienen un compromiso con la ciencia, y por lo tanto con temas prácticos. De hecho, cuando se concibió muestro Jardín Botánico se le encomendó la función de realizar pruebas a las especies vegetales para elegir las que mejor se aclimataran a las condiciones de la ciudad, garantizando así un mejor lucimiento en el entramado urbano.
La foto más típica del Botánico
Y retornamos al tono nostálgico del comienzo. ¿Qué zaragozano no se ha hecho una foto en el minúsculo estanque del Jardín Botánico? Ahí, junto a los numerosos patos, es la foto más típica, y sobre todo si se incluye esa peculiar escultura negra repleta de ruletas, saetas y números. Eso de apariencia informe, en realidad es una clepsidra. Todos conocemos los relojes de arena o los de sol, pues una clepsidra es un reloj de agua.
Y en este caso es una clepsidra que se realizó en 1983 y si os fijáis los números romanos marcan las horas, mientras que los números árabes nos indican los segundos. La próxima vez fijaros si está en hora, y si es así, haceros una foto para inmortalizar el momento de la visita al Jardín Botánico de Zaragoza.