Para muchos de nosotros la universidad siempre ha estado en el Campus de San Francisco, sin embargo, los hechos históricos se empeñan en llevarnos la contraria
Texto y foto principal: Armando Cerra
No hace falta más que recordar que los orígenes de la Universidad de Zaragoza se remontan al lejano siglo XVI, momento en el que un religioso fundó esta institución educativa en el actual barrio de la Magdalena. Ese religioso nacido en Fonz, pueblo oscense del que ya os hablamos al invitaros a conocer la Comarca del Cinca Medio, se llamaba Pedro Cerbuna. Por eso no es casual que la calle que hoy da el acceso principal al Campus desde la plaza de San Francisco lleve su nombre.
Las aulas universitarias permanecieron durante siglos en la Magdalena. Sin embargo en el año 1893 se dio un primer paso para que se modernizaran y salieran de ahí. En aquel año se construyó el edificio del Paraninfo que iba a albergar los estudios de ciencias. Mientras que los estudiantes de letras siguieron acudiendo a la céntrica barriada, más o menos al solar que hoy ocupa el Instituto Pedro Luna. ¿No os habéis dado cuenta que ahí está la calle Universidad? ¡No es casual!
Pero obviamente a finales del siglo XIX y comienzos del XX, la ciudad de Zaragoza experimentó un gran desarrollo, y por lo tanto aumentó enormemente el número de estudiantes. Así que las facultades universitarias se quedaron pequeñas y había que empezar a buscarles un nuevo alojamiento, y a finales de los años 20 se dio con el emplazamiento oportuno: el Campus de San Francisco.
Los arquitectos Regino Borobio y José Beltrán fueron los encargados de su diseño urbano y también proyectaron las nuevas facultades. Sobre todo las dos primeras que se levantaron: la de Filosofía y Letras, y la de Derecho. Y unos años después también concibieron la de Ciencias. Por eso no es casual que las tres tengan cierta estética muy similar, inspirada en el gusto racionalista del momento. Es decir, son construcciones de estructura muy funcional y los escasos elementos decorativos aparecen en sus fachadas, siempre inspirada en la idea de templos de saber abiertos con grandes pórticos. Una idea que también se imita en la entrada principal al Campus. Si bien ese pórtico inconfundible se abrió unos años más tarde, en el año 1962.
En el diseño inicial del conjunto igualmente se concibieron las zonas verdes y ajardinadas que le dan un encanto especial al Campus y se dejaron espacios libres para nuevas construcciones y ampliaciones. Algo que no tardó en llegar, ya que pronto era más la demanda que la oferta. Así que hubo que construir nuevas aulas. Por ejemplo, a la facultad de Filosofía y Letras pronto hubo que añadirle un pabellón.
También entre finales de los sesenta y los inicios de los 70 se hicieron varios edificios nuevos. El que era el Instituto de Ciencias de la Educación, el Rectorado, y el emblemático Interfacultades, ideado como escapatoria para cualquier necesidad de aulas para los alumnos. ¡Ha habido cursos que muchos hemos asistido a más clases en el “inter” que en nuestra auténtica facultad!
No acabaron aquí las obras. Luego llegaría dos de las construcciones más modernas para la época. Eran los años 1977 y 1978 cuando la corriente arquitectónica brutalista llegó al Campus de Zaragoza. Eso queda representado por el hormigón y las estructuras prefabricadas que organizan las Facultades de Matemáticas y la de Geológicas. La primera diseñada por el arquitecto Gonzalo García-Marquina Culebras, quien repitió en la segunda aunque con la colaboración de su colega Gloria Rahola Estrada.
Casi en paralelo se construyeron otros dos edificios, ambos algo alejados del corazón del Campus. Nos referimos al Hospital Clínico Universitario y la pertinente facultad de Medicina. Podemos decir que así se mantuvo el Campus durante décadas. Sin nuevas incorporaciones, pero si con diversas ampliaciones. Ocurrió en Derecho o en Ciencias, así como se construyó una nueva y necesaria biblioteca de Humanidades. Pero facultad nueva como tal no ha habido hasta hace unos poquitos años.
Es la de Educación, obra de Javier Maya, que en 2013 supuso un soplo de aire fresco al conjunto arquitectónico del Campus poco acostumbrado a la innovación constructiva y a la combinación de formas orgánicas. Así que esta nueva facultad contrasta especialmente en un panorama regido durante décadas por la simetría y los volúmenes prismáticos.
No obstante, como ya habéis podido deducir las obras nunca acaban en este lugar. Desde hace unos años, la primera de las facultades que se levantó, la de Filosofía y Letras, está inmersa en una más que merecida ampliación y modernización. Se han respetado sus fachadas históricas de estilo racionalista, pero su interior ha de ser propio del siglo XXI. Cuando esté concluida esperamos darnos una paseo por ahí, y algunos podremos compararla con los viejos pasillos y aulas donde estudiamos hace unos años. Y tú, ¿en qué facultad estudiaste?