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El Quiosco de la Música: te contamos la historia de esta joya del modernismo

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El Quiosco de la Música fue levantado en el año 1908 en la plaza de los Sitios con motivo de la Exposición Hispano-Francesa



Texto y fotografías: Armando Cerra

El Quiosco de la Música hoy en día es uno de los emblemas del Parque José Antonio Labordeta. Ahí, una plaza con soportales metálicos y el arbolado a su alrededor le da más prestancia a este estupendo ejemplo de la arquitectura modernista en Zaragoza. Podría pensarse que siempre ha estado en este lugar. Pero no es así. Vamos a descubrir el periplo de esta peculiar obra de arte.

Hace unas semanas os contábamos como la estatua de César Augusto ha estado instalada en diversos puntos de la ciudad hasta su definitiva ubicación (de momento) junto a las Murallas y el Mercado Central. Pues bien, hoy vamos a contaros otro ejemplo de una obra de arte que ha rondado por varios enclaves zaragozanos.

El popular Quiosco de la Música fue levantado en el año 1908 en la plaza de los Sitios. Se construyó aquel año con motivo de la recordada Exposición Hispano-Francesa que materializaba el primer centenario de la Guerra de Independencia.

Zaragoza, una ciudad moldeada por las Expos

Un auténtico acontecimiento cultural y económico que en vez de los desastres de los Sitios de cien años antes, nos legó obras de máximo interés como el actual Museo de Zaragoza, la Escuela de Bellas Artes y Oficios, el Monumento de los Sitios en la plaza del mismo nombre o toda la urbanización de antigua huerta de Santa Engracia.

Y entre todo ese maremágnum de construcciones y actuaciones urbanísticas se les encargó a los hermanos navarros Martínez de Ubago, Manuel y José, la construcción de este Quiosco de la Música. Por supuesto optaron por una obra que siguiera la moda de principios del siglo XX. Es decir, crearon un elegante edificio modernista dominado por la idea de la ligereza.

En esa sensación cobra un papel principal el uso del hierro, empleado en la barandilla con numerosos detalles decorativos en forma de vegetales y también usado para las 8 columnas de fundición que se elevan hasta la airosa cubierta que combina de nuevo el metal con una marquesina transparente y una cúpula de forma bulbosa decorada con cerámica de varios colores.

El resultado sin duda es de lo más vistoso. Y tiene un efecto admirable, ya que todo junto simula mucho menos peso del que tiene en realidad. Esa es la grandeza de la obra y también lo que permitió los distintos montajes y desmontajes.

Como ya hemos dicho, el Quiosco de la Música se construyó para aquel evento de 1908 y cuando concluyeron los fastos de la exposición, se decidió que para qué derruirlo por completo si se podía desmontar. Seguro que pusieron empeño en ello los dos hermanos arquitectos que ya se habían asentado en la ciudad. De hecho, Manuel Martínez de Ubago residió aquí hasta su muerte en 1928 y trabajó en varios encargos destacados como la restauración de la torre de La Seo o en la plaza de toros junto al célebre Miguel Ángel Navarro. Mientras que su hermano se convirtió un tiempo en edil del consistorio maño, aunque más tarde se fue a San Sebastián a proseguir con su carrera de arquitecto.

El caso es que el Quiosco se desmontó y se pensó que se podía trasladar al Paseo de la Independencia, que entonces era una bulevar al uso, es decir con su paseo central y apenas espacio para el tráfico rodado. Allí permaneció hasta 1924, sin duda alegrando la vida social de los zaragozanos de aquellos años.

Sin embargo, una ciudad es algo vivo y su aspecto va variando gracias a una singular mezcla entre el desarrollo, las necesidades y los caprichos. El caso es que Zaragoza crecía, su tráfico también y las remodelaciones en el callejero tenían que llegar. Es decir, que el paseo de la Independencia iba a ser objeto de uno de sus casi incontables cambios, y eso supuso desmontar el quiosco, embalarlo pieza a pieza, y trasladarlo a su lugar de origen. De nuevo se levantó en la plaza de los Sitios.



Tal vez nuestros lectores más mayores lo recuerden. De hecho, la estructura permaneció ahí hasta 1968, dominando casi toda la plaza y cumpliendo con su función musical y social. Pero todavía le faltaba una mudanza. Así que de nuevo a numerar las piezas, a guardar en cajas y mover hasta un nuevo emplazamiento.

¿Cuál? El actual. En el parque. Entonces Primo de Rivera y ahora José Antonio Labordeta. Allí lleva varias décadas. Disfrutando de momentos de gloria, también sufriendo ataques de vándalos, tras los que pide merecidas limpiezas y cuidados constantes. Y siempre alegrando la vista de los paseantes. Aunque tal vez, en él suene la música menos de lo que debiera.

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