Con la idea de que la cocina empieza en la tierra, el restaurante Gente Rara ha lanzado su propia línea de vinos junto a pequeñas bodegas de Aragón
En Gente Rara, el restaurante que ha revolucionado la escena gastronómica de Zaragoza, tienen claro que la cocina no empieza en los fogones, sino en la tierra. Fieles a una filosofía basada en la cercanía, la identidad y la sostenibilidad, ahora dan un paso más allá, lanzando su propia línea de vinos. En colaboración con pequeñas bodegas de Aragón, tienen el objetivo de recuperar tradiciones, variedades casi extinguidas y formas de hacer que hablan de un tiempo y un lugar.
Un vino rancio dulce con alma de pueblo
El primer vino de esta serie nace en Cretas, en la provincia de Teruel, en la bodega Mas de Torubio, donde junto a Enrique, su propietario y enólogo, Gente Rara ha creado una mistela de vino rancio dulce partiendo de una solera de más de 50 años custodiada durante décadas por familias del pueblo. La han revivido con mosto fresco de garnacha blanca de la vendimia 2024, dando lugar a un vino de baja graduación, salino y profundamente aragonés.
Solo existen 100 botellas, pensadas exclusivamente para el maridaje en el restaurante. Un tributo líquido al pasado, pensado para quienes quieren redescubrir el alma de los vinos rancios aragoneses.
Un vino tinto que habla el idioma del territorio
El segundo vino nace en Lécera, en la provincia de Zaragoza, en una bodega joven y con ganas de experimentar. De la mano del sumiller de Gente Rara, Félix Artigas, nace un vino tinto fluido y gastronómico, pensado para acompañar un menú degustación de principio a fin sin perder frescura.
Lo más especial: el 10% de Derechero, una variedad prefiloxérica originaria de Muniesa, que hoy apenas ocupa 1,5 hectáreas en producción. Gracias a Bodegas Tempore y la familia Yus, esta uva comienza a renacer. Y Gente Rara quiere formar parte activa de esa resurrección.
Un brindis por el futuro
Este proyecto no se detiene aquí. El restaurante Gente Rara ya prepara nuevas colaboraciones con otros productores del territorio para seguir explorando vinos con alma, origen y personalidad. Una forma de enriquecer el panorama vitivinícola aragonés desde la raíz, y de reafirmar su compromiso con una gastronomía consciente, arraigada y con identidad.
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