El guirlache, el turrón perfecto para los aragoneses más lamineros, es un manjar tan simple como goloso: solo contiene almendras y azúcar
Descubre la receta de este turrón aragonés, así como las variaciones que algunos optan por incorporar
Texto de Armando Cerra
¿Un producto típico de la Navidad presente en cualquier mesa aragonesa? Hay varios que podríamos enumerar. Desde los cavas con Denominación de Origen hasta los sabrosos asados de Ternasco de Aragón. No obstante, si hablamos de comidas navideñas, entonces todos nos ponemos un poco lamineros y pensamos en sus dulces. Especialmente en el turrón. Y si hay un tipo de turrón de aquí, ese sin duda alguna es el guirlache.
Un manjar tan simple como goloso, ya que básicamente se trata mezclar a partes iguales almendras y azúcar. Si bien es cierto que, a partir de ahí, hay pequeñas variaciones y algún que otro ingrediente más, entre otras cosas, porque los orígenes del guirlache son como dulce casero, no industrial, y como ocurre con todas las recetas tradicionales caseras, cada maestrillo tiene su librillo.
Hablando de orígenes del guirlache. Se piensa que se viene elaborando desde la Edad Media, desde los tiempos que gran parte de la península Ibérica estaba dominada por los musulmanes. Serían hechos los empezarían a tostar las almendras al fuego para luego añadirles el caramelo hecho con azúcar caliente. Pero curiosamente su nombre de guirlache es muy posterior y nada tiene que ver con el árabe, ni siquiera con el castellano. En realidad, se trataría de un vocablo evolucionado de la palabra francesa “grillage”, o sea, tostado. Ya que será la población gala asentada en el siglo XIX en Aragón la que comenzó a llamar así a ese suculento dulce.
Y cuando decimos Aragón, en realidad nos podemos referir a una amplia porción de las tierras que formaban parte de la antigua Corona de Aragón, ya que el guirlache no solo es habitual en nuestra comunidad autónoma, también es una delicia muy apreciada en los hogares de nuestros valencianos y catalanes. De hecho, a día de hoy, el guirlache es posible encontrarlo y adquirirlo en prácticamente todo el territorio español.
La verdad es que en las pastelerías aragonesas hay guirlaches fabulosos, pero si te quieres aventurar, también puedes atreverte a hacerlo en casa. Toma nota. Agarra un paquete de almendras naturales, pero que estén peladas y enteras. Y mucho mejor si son de la variedad marcona. Échalas a la sartén y tuéstalas un poquito por los dos lados, se trata de que tomen algo de color. Si has hecho 100 gramos de almendras tienes que tomar la misma cantidad de azúcar y preparar el caramelo.
Pon la sartén al fuego, fuerte, echa un poquito de agua y luego el azúcar. ¡A remover sin pausa! Tienes que conseguir un caramelo uniforme, sin grumos y, por supuesto, atención para retirarlo del fuego antes de que se queme. ¡Ah!, y para que no se pegue a la sartén echa un poco de zumo de limón recién exprimido.
Ahora es el momento de echar las almendras y remover un poquito más para hacer la mezcla final. Luego ya solo queda extenderla en una bandeja, hacer un bloque y luego cortar las célebres barritas de guirlache.
Todo esto es la base del delicioso guirlache. Pero a partir de aquí vienen las variaciones y las aportaciones de cada cocinero. Que si tostar antes o no las almendras, que si echarlas antes de que esté hecho el caramelo, que si añadir un porcentaje de piñones. O poner una nota de color blanco incorporando anisetes, que todavía multiplican el dulzor. O incorporar un toque de miel a la mezcla. Incluso los hay que le gusta innovar haciendo guirlache con avellanas y hasta de cacahuetes. Y ya si eres goloso hasta límites insospechados, puedes incorporar una última capa de cobertura de chocolate.
Se haga como se haga, sin duda es una delicia para los que les gusta lo dulce. Y como ya sabréis todos, su textura dura es parte del encanto, siempre y cuando tengamos una buena dentadura. Pero obviamente, dados sus ingredientes es una delicatesen altamente calórica, hipercalórica podemos decir sin exagerar. Así que disfrutadlo como merece, pero tampoco abuséis, ya que llegan días de comer muchos platos y manjares exquisitos. Gozad de todos ellos, pero nos os paséis con ninguno.
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