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10 pueblos abandonados de Aragón que te sorprenderán

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En Aragón hay pueblos muy bonitos, incluso después de haber quedado abandonados; te mostramos un recorrido por algunos de los muchos pueblos abandonados que puedes visitar

Decenas de pueblos aragoneses han visto marchar a sus habitantes con sus maletas a otra parte, algunos por obligación y otros por diferentes circunstancias. Pero, aunque sus calles estén deshabitadas y la vegetación gane terreno, los antiguos vecinos recordarán siempre con cariño el que un día fue su hogar y siguen teniendo un cierto atractivo para los visitantes, ya sea por la belleza de su entorno o, simplemente, por las historias pasadas que cuentan sus calles y casas abandonadas.

Los muros y paredes de estos pueblos se levantaron en su día para dar cobijo a muchas familias, pero una vez se han ido sus habitantes, se han enfrentado a destinos arbitrarios e inesperados. Algunos se han convertido en un paisaje en ruinas, otros en preciosos parajes verdes que visitar, y los hay también que han potenciado su atractivo turístico por razones de lo más peculiares.

PARDOS (ZARAGOZA)

La localidad de Pardos era un pequeño pueblo situado en la provincia de Zaragoza, entre Abanto y Alarba, y a orillas del arroyo de Trescastillo. Hoy solo quedan ruinas y maleza, y el recuerdo de quienes lo habitaron.

Fue en los años setenta cuando Pardos perdió definitivamente a sus más de trescientos habitantes. La mala comunicación con los pueblos cercanos fue el factor decisivo que empujó a los pardeños a coger las maletas en busca de algo mejor. Y es que cada vez que tenían que acercarse a Abanto, debían afrontar un camino de una hora andando.

Pero cuando ya llevaba unos años vacío, hacia 1995, recibió una peculiar visita. De un archiduque, ni más ni menos. Hugo de Habsburgo se encontraba en un periodo de retiro espiritual y, al enterarse de que Pardos estaba abandonado, decidió instalarse ahí, siendo durante un tiempo su único habitante. Con un huerto y una cabra que le había cedido un antiguo vecino, devolvió la vida a Pardos durante un par de años hasta que se marchó de nuevo.

TIERMAS (ZARAGOZA)

En torno a 1960, Tiermas, en la provincia de Zaragoza y a la orilla del Río Aragón, fue una de las víctimas del pantano de Yesa, junto a Esco y Ruescas, que inundó gran parte del pueblo. La construcción del pantano provocó que los habitantes se vieran obligados a abandonar sus casas. Ahora, cuando baja el nivel del pantano, resurgen las ruinas del famoso balneario de Tiermas y los visitantes pueden disfrutar de unos baños termales que reviven la esencia del pueblo.

Pero los bañistas no son los únicos visitantes de Tiermas, durante la década de los setenta, el movimiento hippie llegó al pueblo y una comuna se asentó allí. Tiermas dejó de ser, por un breve periodo de tiempo, un pueblo abandonado.

En la actualidad, aunque el pueblo sigue deshabitado, sus antiguos vecinos y descendientes siguen pidiendo su reconstrucción con la esperanza de que algún día Tiermas vuelva a ser lo que era.

BELCHITE (ZARAGOZA)

No podía faltar el viejo Belchite, un pueblo zaragozano devastado por la Guerra Civil, y el trágico episodio de la Batalla de Belchite, del que ahora solo quedan ruinas. Pese a ello, está considerado uno de los pueblos abandonados más bonitos de España. Y es que ya lo decía su nombre, pues Belchite significa bello lugar.

Los más curiosos y los aficionados del turismo de terror no dudan en acercarse a visitar este pueblo fantasma. ¿El motivo? Las leyendas y el halo de misterio que lo envuelven. Y es que puede que Belchite no esté tan abandonado como parece, ya que, según dicen, todavía se pueden escuchar los gritos de los que sufrieron la crueldad de la guerra en aquel pueblo. Psicofonías, presencias… Un pueblo abandonado que no es para todos los públicos. Al menos cuando cae la noche…

JÁNOVAS (HUESCA)

Jánovas, situado en la provincia de Huesca, tal vez cuente con una de las historias más trágicas de abandono. En la década de los cincuenta, más de 150 familias de Jánovas, Lavelilla, Lacort y otros municipios se vieron obligadas a dejar sus hogares forzosamente para la construcción de un embalse, que nunca ha llegado a existir.

Tras el forzoso cierre de la escuela y la expulsión de los niños y de la profesora, la vida en Jánovas era imposible. Acequias, campos y casas habían quedado destrozados y se había procedido al corte de la luz y el agua. Los vecinos no tuvieron más remedio que coger las maletas y marcharse, pero no todos. Emilio Garcés y Francisca Castillo resistieron 20 años más, hasta que, finalmente, en 1984 tuvieron que abandonar el pueblo.

En actualidad, se está llevando a cabo un proceso de recuperación del pueblo, que ya ha recuperado la electricidad y varias casas. Tal vez pronto desaparezca de esta lista de pueblos abandonados…

LANUZA (HUESCA)

Lanuza es la Atlántida oscense, o mejor dicho, una de tantas. Otro pueblo sumergido que fue víctima de las frecuentes construcciones de embalses del siglo pasado. A finales de los sesenta, los vecinos tuvieron que abandonar el pueblo que les había visto nacer para dar paso a las obras de construcción del Embalse de Lanuza.

En mayo de 1976 el embalse estaba terminado y comenzó la fase de carga. Las calles y casas de Lanuza quedaron inundadas por las aguas, y tan solo dos años más tarde Lanuza se había convertido en un pueblo fantasma. Sin embargo, las predicciones de la Confederación Hidrográfica del Ebro fallaron, por lo que solo las casas que se encontraban en un nivel más bajo se vieron afectadas, así que una pequeña parte del municipio permaneció a flote. Así, los antiguos vecinos se organizaron para recuperar su hogar y hoy es ya un pueblo revivido y de los más bonitos de Aragón.

SASÉ (HUESCA)

El valle de La Solana, despoblado en los 60 y 70 a causa del Embalse de Jánovas, el cual no llegó a construirse, ha sido testigo de un fenómeno que cuenta con tantos apoyos como detractores: la ocupación rural. Aunque oficialmente sus pueblos están desalojados, grupos de personas han ocupado sus casas y devuelto la vida a las calles. Son pueblos autogestionados y agrícolas que siguen un modo de vida simple y alejado de la industrialización y de la forma de vida de las ciudades.

Sasé es uno de los muchos pueblos ocupados de La Solana. En 1996, un colectivo reformó el pueblo, construyó huertos y una escuela para que las nuevas familias que se estaban asentando pudieran llevar a los más pequeños. Tras varios desalojos, muchos de los habitantes de Sasé abandonaron el pueblo.

MAS DE LABRADOR (TERUEL)

Como Belchite, el pueblo turolense de Mas de Labrador quedó marcado por la Guerra Civil y sus bombardeos, que derribaron gran parte de las edificaciones. Estaba situado en la zona del frente y los ataques lo dejaron en tan mal estado que sus habitantes se fueron marchando paulatinamente, hasta que, en los años sesenta, Mas de Labrador se convirtió en un pueblo fantasma más con la partida de la única familia que quedaba en él.

Hoy en día, el único edificio que se conserva en relativamente buen estado es la Iglesia de San Juan Degollado. En los años 90, se inició una romería entre las poblaciones cercanas de Valdeltormo y Valjunquera, que continuó haciéndose años más tarde y que en la actualidad se ha recuperado.

SUSÍN (HUESCA)

El pequeño pueblo abandonado de Susín, situado en la provincia de Huesca, no ha seguido la misma línea de deterioro que la mayoría de las localidades similares que podemos encontrar en Aragón. Y es que cuando sus habitantes se marcharon, Angelines Villacampa se resignó a ir con ellos y se convirtió en su única habitante. Durante años, se encargó de restaurar el pueblo y evitar su deterioro, hasta su muerte en 2013. Desde entonces, una vez al mes, un grupo de voluntarios recupera su legado y continúa los trabajos de restauración.

LAS CASILLAS DE BEZAS (TERUEL)

La aldea turolense de Las Casillas de Bezas fue un pueblo para el que la ganadería y los campos de cultivo eran su principal motor de vida. Tan solo había nueve casas en todo el municipio y  nunca tuvieron agua corriente, ya que se desplazaban a por ella a un manantial cercano, y tampoco electricidad, ya que las velas y candiles eran sus mejores aliados.

Se podría pensar que esos factores llevarían a sus habitantes a abandonar su hogar, pero no fue hasta 1984 cuando la prohibición del pastoreo, la industrialización, la falta de servicios y las nuevas tecnologías le ganaron la batalla a la vida rural que llevaba la única familia del pueblo.

EL CAÑIGRAL (TERUEL)

La localidad de El Cañigral, en la provincia de Teruel, podría haber sido el destino perfecto para un fin de semana de retiro y descanso. Sin embargo, como en muchos pueblos aragoneses, la Guerra Civil hizo estragos, reduciendo a ruinas muchos hogares y obligando a partir a muchas familias.

A finales del siglo XX, el pueblo quedó completamente abandonado y, desde entonces, ha sufrido un gran deterioro. Pese a las ruinas, todavía se conservan algunas casas en pie, la escuela y la ermita de San Antonio. Y perdura, sobre todo, el encanto y atractivo de su entorno, con el susurrar del río Cuervo y el verde de la sierra de Jabalón.

Texto: Balboa Media, Agencia de marketing y comunicación

Imagen principal: Turismo de Aragón 

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