Zaragoza y la ciudad argentina de Mendoza comparten la pasión por el vino con dos uvas muy valoradas en cada región: garnacha y malbec
Texto de Armando Cerra
Zaragoza es territorio de garnacha. Las tres denominaciones de origen vinícolas repartidas por la provincia así lo acreditan. Las uvas garnachas abundan entre las miles de vides de Cariñena, también en los viñedos de la DOP Calatayud y sobre todo sirven para elaborar los vinos del Campo de Borja. Se trata de una variedad de uva tremendamente cotizada y muy valorada tanto por su complejidad como por sus aromas. Es decir, en Aragón podemos presumir de una uva reconocida en el mundo de los vinos, algo que no es tan fácil teniendo en cuenta que en el planeta hay contabilizadas más de 10.000 variedades de uva aptas para hacer vino.
Seguro que si nombramos algunas, os suenan incluso a los más profanos en la materia. Pues bien, hoy queremos hablaros de una en concreto: la uva malbec. ¿Por qué? Porque la comitiva de Aragón Exterior que está viajando por Latinoamérica para dar a conocer los encantos de nuestra comunidad autónoma, que hoy recala en la ciudad argentina de Mendoza, a los pies de la cordillera andina. Y si a Zaragoza la podemos considerar la capital de la garnacha, a Mendoza tenemos que atribuirle el título de capital mundial de la malbec.
Los vinos mendocinos elaborados con esta uva son apreciados en todo el globo. De hecho, no os será demasiado difícil probarlos en algunas de las mejores enotecas aragonesas. No obstante, aprovechando la ocasión hoy nos gustaría que los catarais, aunque sea virtualmente, en su lugar de origen: la región de Mendoza, ubicada al oeste de la República Argentina.
Al igual que le ocurre a Zaragoza, en la propia ciudad de Mendoza no se cultiva la uva ni se elabora el vino, salvo alguna bodega muy cercana al núcleo urbano. Eso no significa que la urbe mendocina no sea digna de visita y tenga sus puntos de interés.
Si tenéis la suerte de viajar hasta allí, vuestro punto de referencia será la plaza de la Independencia, el auténtico centro urbano. A partir de ahí os aguarda un callejero perfectamente ordenado por cuadras y que tiene una gran cantidad de arbolado y de plazas ajardinadas. ¡Es muy agradable pasear por ahí! Un buen ejemplo es el Paseo de La Alameda, donde por cierto tenéis muy cerca la casa de San Martín, que recuerda la presencia del mítico general José de San Martín en la ciudad. También muy próximas están las ruinas jesuíticas de San Francisco que representan los orígenes de la urbe. Ah, y para los que os guste trasnochar un poquito, vuestro destino es la avenida Arístides Villanueva, donde no os faltarán locales de copas.
No obstante, no abuséis de la noche, ya que para conocer bien la región de Mendoza y sus afamados vinos, lo mejor es que aprovechéis el día haciendo excursiones por el entorno.
Las zonas donde se produce el 75% de la malbec del mundo se encuentran en el valle de Uco, en Maipú y en Luján de Cuyo. Son campos enormes y bodegas en muchos casos con una interesante propuesta de enoturismo que incluye catas, restaurantes y visitas de distintos tipos. Esta es una oferta nada despreciable ya que la ubicación de estas bodegas tiene un encanto especial. Están a la sombra de los Andes, así que tomarse una copa contemplando esas montañas es una postal inolvidable. A algunos os vendrá a la cabeza algo similar en las bodegas del Somontano, y hay ciertos parecidos. Si bien en el caso de Mendoza todo es más descomunal y salvaje. Al fin y al cabo, en los Andes quedarán ante vuestros ojos una montaña que solo es superada en altura por los gigantes de los Himalayas. Nos referimos al Aconcagua.
Ese es otro reclamo para pensar en una visita a esta parte de Argentina. Y no hace falta ser un experto montañero que quiera hollar semejante cima elevada a 6.961 metros de altura. Para los menos avezados en el alpinismo, la ciudad de Mendoza es ideal para realizar el llamado Circuito de Alta Montaña, que tiene un poco de todo, desde recuperarse en un balneario hasta practicar algo de senderismo.
Es una actividad que incluye la visita a las Termas de Cacheuta. O si se prefiere, hay que darse un refrescante baño en las aguas turquesas del lago de Potrerillos. Tras eso se puede visitar el precioso pueblo de Uspallata, donde es obligado acercarse al fotogénico Cerro Siete Colores. Un lugar mágico, tal y como lo consideraron ya las poblaciones precolombinas.
Y el circuito prosigue hasta el famoso Puente del Inca sobre el río Las Cuevas. Este precioso enclave marca el camino hacia el Mirador del Aconcagua, cuya vista os va a sobrecoger. Sin duda es uno de los grandes recuerdos que os llevaréis de este viaje. Un momento que merece descorchar una botella de buen vino.
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