Se trata de un palacio del siglo XVI que no te puedes perder en pleno casco histórico de Zaragoza
El Palacio de Fuenclara comenzó su periplo de reformas en el siglo XVII
Texto de Miguel Barriendos – Imágenes: Ayuntamiento de Zaragoza y Zaragoza Guía
Como breve resumen para ambientarnos en la época podemos decir que, hacia el siglo XVI, Zaragoza se convirtió en una de las ciudades más ricas de España. Este hecho se mide en sus más de 200 palacios construidos por aquella época, llegando a ganarse la ciudad la reputación de “la Florencia española”, aunque muy pocos se conservan actualmente.
El palacio de Fuenclara se encuentra en pleno casco histórico, a escasos metros de la calle Alfonso I y de la plaza San Felipe, zona que en su día fue un importante barrio aristocrático de la ciudad. El palacio fue construido en la segunda mitad del siglo XVI en nombre de Antonio Agustín padre del arzobispo de Tarragona y destacado canónigo.
La fachada del palacio se construye con ladrillo aragonés y su estructura responde a la estética renacentista con una marcada orientación horizontal en cuatro plantas donde predominan las proporciones y simetrías de sus huecos. Originalmente, la planta baja se componía con una serie de arcos de medio punto sobre pilastras dotando de un mayor carácter al diseño de su fachada principal.
A principios del siglo XVII comienza el periplo de reformas en el palacio. Una profunda reforma transformó la casa edificada por Antonio Agustín en un palacio de mayores dimensiones, añadiéndose la cuarta planta, para acoger a la clase social de los nuevos inquilinos, los condes de Fuenclara, quienes dieron el actual nombre al palacio.
En posteriores reformas, se sustituyó la galería de ventanas tríforas con arquillos de medio punto característico de la arquitectura aragonesa por los huecos adintelados actuales, además de amoldar la planta baja para un uso comercial en detrimento de la arcada de acceso original.
En el siglo XIX, el propietario del palacio, Manuel Dronda Luzin, lo legó al Arzobispo de Zaragoza para convertirlo en la sede de la Asociación para la Protección de la Juventud Obrera y Comerciante. A finales del siglo XIX, pasó a ser el Círculo Católico de Obreros.
En 1939, el arquitecto José de Yarza realizó el proyecto de una librería de libros usados que todavía hoy en día se encuentra en la planta baja del edificio, aunque en estado ruinoso.
En 2003 fue declarado bien de interés cultural y el Ayuntamiento de Zaragoza llegó a un acuerdo con la diócesis para convertirlo en espacio público. Finalmente, el palacio ha sido restaurado, aunque no se le consigue encontrar un uso digno.
La arquitectura aragonesa, la cual se puede encontrar en multitud de palacios de los siglos XV, XVI y XVI en los territorios que comprendían la Corona Aragonesa, siendo Sicilia y Nápoles uno de los principales núcleos donde más ejemplos se conservan, se caracterizaba por su sencillez y austeridad en cuanto a ornamentación, pero con un planteamiento de los espacios inusual en comparación a otras arquitecturas españolas desarrolladas durante la misma época.
Las construcciones aragonesas se completaban en tres plantas, dividiéndose en planta baja con un zaguán de entrada donde predominaban los arcos como elemento compositivo, la planta noble con huecos adintelados y la planta superior reflejada en la fachada a través de una galería con ventanas bíforas o tríforas con arquillos de medio punto. Sin embargo, la parte más cautivadora de nuestra arquitectura era un concepto que en la arquitectura contemporánea sigue existiendo: el llegar, el atravesar y el permanecer.
El llegar se producía en un zaguán de entrada a través de arcos dobles que cumplían una función tanto constructiva como ornamental, con el arco exterior notablemente menor al arco interior, haciendo que se perciban sensaciones espaciales distintas. El atravesar se diseñaba en base a la distinta captación de los espacios: primero obligando a atravesar umbrales más bajos de manera que al llegar al espacio importante, éste pareciese mucho más grande y monumental; segundo con espacios diseñados con intensidades de luz diferentes, siguiendo el recorrido de Zaguán (sombra) – Patio (luz) – Escaleras (sombra). Las escaleras se colocaban exentas y en el lado opuesto al acceso de forma que siempre se debía atravesar el patio para subir a la planta noble.
En base a los conceptos de la arquitectura aragonesa comentados, el espacio interior del palacio gira en torno a un patio central rodeado por un claustro con cuatro columnas toscanas. La parte baja de los muros está decorada con un arrimadero cerámico de Muel. La caja de la escalera, que se cierra en la parte superior por una arquería de orden toscano, se cubre por una llamativa bóveda de lunetos radiales de cuyo centro pende un pinjante con florón tallado. Además, todavía se conserva el techo de alfarje en el zaguán de entrada.
Cabe mencionar los dos caminos que abrazan el Palacio de Fuenclara por ambos lados. Se trata de la calle del Desengaño, con la función de ser el “backstage” del Hotel Alfonso y la calle de las Torres Secas, con su mítico cartel azul de José Alfonso. Esta calle fue uno de los lugares de rodaje de Las Niñas, de Pilar Palomero, siendo imagen del póster de la premiada película.