A estas alturas ya sabemos todos que históricamente la Corona de Aragón se extendió mucho más allá de los límites de la actual comunidad autónoma
Hubo momentos que el rey de Aragón lo mismo gobernaba a orillas del Ebro que en Cataluña o en Valencia, y en lugares mediterráneos muy lejanos, desde las Baleares o enclaves de la costa francesa hasta Atenas, pasando por posesiones en lo que hoy conocemos como Italia
Texto de Armando Cerra
De hecho, en ese listado se incluían lugares como Sicilia o Nápoles, auténticas joyas de la corona, ¡nunca mejor dicho! Hoy os queremos hablar con más detenimiento de Nápoles y el legado aragonés que todavía se descubre en esa ciudad tan fascinante como indomable.
En realidad, nos podríamos explayar mucho más buscando las huellas que la cultura española ha dejado en esta ciudad del sur de Italia a lo largo de centurias. No hay que olvidar que los vínculos entre el reino aragonés y la región napolitana se iniciaron en el siglo XIV, algo que acabaría con la conquista de la ciudad por parte de Alfonso V el Magnánimo.
Esa relación no fue efímera ni mucho menos. Iba a durar mucho tiempo. Primero como parte de la Corona de Aragón y luego el propio Fernando el Católico mantendría el dominio integrado en la Corona española inventándose la figura del Virreinato de Nápoles. Un tipo de gobierno que duró ni más ni menos que hasta comienzos del siglo XVIII. E incluso después muchos reyes españoles siguieron vinculados con la bella Nápoles.
Así que cuando tengáis la suerte de viajar a esta ciudad que no os sorprenda por ejemplo que una de las principales calles del centro sea la Via Toledo. O que las imágenes más típicas y tópicas del modo de vida napolitano las descubráis en los conocidos como “Quartieri Spagnoli”, o sea, el Barrio Español.
No obstante, aquí nos queremos centrar en lo más íntimamente ligado con el pasado napolitano vinculado a Aragón. Algo que se descubre en algunos de los monumentos más señeros del centro histórico Nápoles, el cual está catalogado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.
Sin ir más lejos, una foto icónica de la urbe es la enorme Plaza del Plebiscito. Allí solo veréis una fachada recta. Es la fachada del Palacio Real de Nápoles. Y en ella, casi a pie de calle hay diversas hornacinas cobijando las estatuas de algunos de los personajes claves en la historia del lugar. Como no podía ser de otro modo, uno de ellos es Alfonso I de Nápoles, para nosotros Alfonso V de Aragón, más conocido como el Magnánimo.
Fue él quien conquistó la ciudad en 1442. Para entonces ya era rey de Sicilia y había tenido opciones de heredar el reino napolitano, pero cuando ese título recayó en el francés Renato de Anjou, decidió que no era justo. Por eso asedió el lugar y acabó tomándolo por las armas, tal y como se hacían las cosas en aquellos tiempos.
Lo cierto es que tras ese ímpetu conquistador llegó un periodo de florecimiento cultural en Nápoles. Con él se promovieron numerosas obras de arte en muchas de las iglesias napolitanas. Y cuando decimos muchas no es una frase hecha. Hay más de 500. Por cierto en una de ellas, en Santo Domingo el Mayor está su tumba, aunque no su cuerpo.
No es el único sitio relacionado con Alfonso V que visitaréis. Otro sitio que sí o sí tenéis que ver en Nápoles es el Castel Nouvo, precioso por su ubicación junto a las aguas del Mediterráneo. Pues bien allí, entre sus austeras torres militares veréis un arco marmóreo mucho más blanco y elegante. Es el Arco del Triunfo que mandó construir el Magnánimo al convertirse en rey de Nápoles.
Años más tarde, su hijo Fernando I de Nápoles, también construyó una bella entrada a la ciudad: la Puerta Capuana, la cual fue el tradicional acceso desde el este al centro. Y también vinculada con Fernando y con su padre está relacionada la iglesia de San Lorenzo Mayor. Primero por la advocación del santo aragonés, y luego porque aquí celebraban sus parlamentos y ceremonias más protocolarias.
Es obvio que luego llegarían más monarcas y casi todos ellos dejaron algún legado artístico. Pero no os creáis que todo posee ese sabor tan regio y oficial. Por ejemplo, podéis tomar algo en el Gran Caffe Aragonese. O es posible alojarse en un establecimiento como la Terrazza Aragon Room and Spa.
Y no muy lejos de allí tenéis otra visita que sin duda os recordará nuestra tierra, o al menos unos de sus personajes. Nos referimos a la Villa Pignatelli. ¿Familiar, no? Al fin y al cabo, nuestro Ramón Pignatelli era descendiente de italianos, más concretamente de napolitanos. Así que una rama de su familia siguió allí y fueron ellos lo que compraron esta villa en el siglo XIX, ni más ni menos que a los Rothschild. Y con el tiempo, Diego Aragona Pignatelli Cortés y su esposa la princesa Rosina amueblaron y decoraron con enorme gusto esta villa que hoy es el singularísimo Museo Pignatelli Cortés.
Una última curiosidad. Seguro que si viajáis a Nápoles os apetece acercaros a las vecinas ciudades romanas de Pompeya y Herculano. Pues aquí va un dato que quizás no conocéis: estos yacimientos arqueológicos los descubrió un aragonés. Sí, Roque Joaquín de Alcubierre. Algún día os hablaremos de este arqueólogo tan importante como desconocido.