Ponciano Ponzano, artista que nació en 1813 en Zaragoza, realizó los leones del Congreso de los Diputados, así como el gran relieve del tímpano
Además del Congreso, también hizo trabajos en Zaragoza como un panteón de la capilla de Santa Ana en la Basílica del Pilar o el busto de Juan Bruil en el cementerio de Torrero
Texto de Armando Cerra – Imágenes de la página web del Congreso de los Diputados
Ahora que estamos en el previo de unas nuevas elecciones generales, es buen momento para hablaros de los famosos leones que flanquean la escalinata del Congreso de los Diputados situado en el centro de Madrid.
Sin duda, de entre todo el arte escultórico de España, pocas, muy pocas obras son tan populares y reconocibles como estas dos estatuas en bronce. Todos las reconocemos al primer vistazo en la tele o en la prensa. Pero, ¿sabéis quién las realizó?
Pues son obra de Ponciano Ponzano, un artista que nació en enero de 1813 en Zaragoza, y cuya historia es tan interesante como curiosa.
El joven Ponciano era hijo y nieto de una estirpe de conserjes. Primero su abuelo y luego su padre fueron los porteros de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis. Una institución que todavía se mantiene a día de hoy y que tiene su sede en el Museo de Zaragoza. Así que parecía que aquel niño estaba predispuesto a seguir la carrera de sus predecesores manteniéndose en estrecho contacto con las obras de arte heredando el cargo de conserje.
Sin embargo, lo que no estaba previsto es que alcanzara el rango de artista. El hecho es que desde niño se paseó entre cuadros, estatuas o grabados y pronto mostró sus dotes para el dibujo y la creación. E incluso entabló contacto con artistas consagrados y académicos que de algún modo colaboraron a que la educación de aquel niño se encaminara hacia el arte.
Tanto fue así que con 15 años surgió la oportunidad de trasladarse a Madrid para formarse en la Real Academia de las Bellas Artes de San Fernando. Ese fue el principio de su carrera que, dada su capacidad para la escultura, tuvo algo de meteórica. Ya que antes de que cumpliera los 20 años ya había logrado un pensionado para proseguir con sus estudios de escultura en Roma.
En la capital transalpina pasó tres años, tratando con algunos de los mejores artistas neoclásicos del momento y conociendo de primera mano el ingente patrimonio artístico italiano, el cual se convertiría en su gran fuente de inspiración, incluso una vez que regresó a España. Más concretamente a Madrid donde se instaló para siempre. No significa que no retornara de vez en cuando a Zaragoza. Lo hizo muchas veces y aquí tenía importantes amigos, además de clientes. Pero la verdad es que los grandes encargos los podía conseguir en la capital.
De hecho acabó como escultor de cámara honorario durante los años de reinado de Isabel II. Para esta monarca y toda su corte hizo infinidad de esculturas, muchas de las cuales se repartieron por España y también por territorios de ultramar, llegando incluso a la lejana Manila, capital de las última gran colonia asiática.
Y por supuesto estando en Madrid le llegaron sus trabajos más relevantes. Entre los que destacan sus obras en el citado Congreso de los Diputados. Donde no solo realizó los célebres leones, sino que incluso unos años antes también fue el creador del gran relieve del tímpano que corona toda esa fachada con aspecto de templo clásico.
De alguna forma el Parlamento se concibe como el templo del buen gobierno y eso intentó reflejar Ponzano en el conjunto escultórico que todavía hoy adorna el frontón. O sea, el gran triángulo que se eleva sobre las grandes columnas. Ahí se puede ver una enorme alegoría en la que se representa a la personificación de España abrazando la Constitución de la época (mediados del siglo XIX). Mientras que alrededor de ese abrazo simbólico se ven numerosas figuras que plasman las virtudes y fortalezas del reino.
Todo con un aspecto eminentemente clásico y por supuesto muy oficial. Lo cierto es que si pasáis ante esta fachada de la madrileña Carrera de San Jerónimo, os recomendamos pararos un momento y levantar la cabeza para observar toda esa composición de esculturas. Y jugad a descifrar su significado. No os será difícil ver escenas alusivas a las Bellas Artes, al Comercio o a la Justicia.
Aunque es innegable que si pasáis por ahí, la mirada se os irá de forma inevitable a los dos leones de bronce. Los guardianes del Congreso. ¿Sabéis que tienen nombre? Son Daoiz y Velarde, en homenaje a dos héroes de la Guerra de Independencia. Y por cierto, el bronce con el que moldeó Ponzano estos dos gigantescos felinos lo consiguió a partir de fundir los cañones confiscados al ejército marroquí durante la guerra de 1860.
Es evidente que las obras del Congreso son su gran legado. Pero a lo largo de los años hizo muchas otras. La gran mayoría para acaudalados clientes o amigos suyos. En estos casos, siempre hay un resultado más natural y menos artificioso que en los grandilocuentes encargos públicos como son las esculturas que hizo para el Escorial, o su trabajo en la fachada de la iglesia de San Jerónimo el Real, o su personalísima visión de la estatua de la Libertad, una figura que hizo para el Panteón de Hombres Ilustres muchos años antes de que se creará la célebre estatua de Nueva York.
Y también creó obras que todavía se pueden ver en su ciudad natal. Por ejemplo, en el cementerio de Torrero es suyo un busto de Juan Bruil (sí, el del parque que lleva su nombre). E igualmente trabajó en el Pilar, concretamente en la capilla de Santa Ana, un panteón en recuerdo del militar Manuel de Ena.
En definitiva que no le faltó trabajo. Sin embargo, cuando murió en 1877 no tenía dinero. A una muerte un tanto absurda a causa de atragantarse con un grano de uva, se sumó su casi indigencia, que obligó a que amigos y académicos de la época pagaran su entierro. Un triste final para un escultor que alcanzó fama y prestigio. Sin embargo, su final no estuvo a la altura y fue como un preludio del olvido que iba a sufrir su nombre.
No obstante, Ponciano Ponzano merece ser recordado como el autor de los famosos leones del Congreso. Un reconocimiento que todavía tiene que ser mayor en su ciudad natal, ya que hablamos de uno de los grandes escultores españoles del siglo XIX y sin duda uno de los mejores de toda la historia de la escultura aragonesa.