Tener el control sobre las expectativas podría ser un reto interesante para esta semana.
Por supuesto hablo de las expectativas que dependen de ti, no de las expectativas que dependen de los demás.
Todo lo que hacemos en la vida está lleno de expectativas, lo que a veces nos lleva a la decepción y la frustración. No importa si hablamos de trabajo, de amor, de familia, de amistad, de salud; haz un breve repaso de todos estos aspectos y comprueba qué nivel de expectativas tienes sobre cada uno de ellos.
En ocasiones cuesta diferenciar si lo que tenemos es una ilusión o una expectativa, personalmente me costó mucho diferenciarlas, sin embargo un día sentí que la ilusión me llenaba de ganas y la expectativa me llenaba de dudas.
Y desde entonces ando por la vida con un sensor especial (quizá es el momento de que identifiques tu sensor), un sensor que me ayuda a caminar con la libertad de hacer las cosas de corazón, porque incluso cuando te equivocas ya has aprendido que por ahí no es, vívelo como una enseñanza y a seguir con ánimo y confianza.
La vida es como un tren, siempre en movimiento, debes subir constantemente al tren que pase por delante de tus narices, sin pensarlo demasiado. Dejamos pasar oportunidades por no arriesgar o por temor a equivocarnos. A veces toca subir a ese tren sin expectativas, solo con la ilusión de saber que te va a llevar a la siguiente estación y tú decides si bajarte o seguir hasta la siguiente, sería bonito no cuestionarnos todo lo que nos sucede, a veces nos perdemos la esencia de la vida.
Tal vez las expectativas más difíciles de manejar son las que nos hacemos con las personas. Nos relacionamos generalmente, con los hábitos de siempre. Resulta difícil dejar ser a las personas sin querer influirlas con tu forma de pensar o de ver la vida.
A veces creemos estar en posesión de la verdad que solo nuestras creencias son las válidas.
Nos cuesta escuchar y que nos escuchen. El ego es el verdadero ‘dominante’ en la inmensa mayoría de las relaciones
Si nuestras expectativas no se cumplen, algo nos toca dentro, y de manera silenciosa y sutil, hacemos sentir ‘mal’ a la otra persona.
Es un juego de malabares emocionales que conlleva un alto riesgo a salir dañados ya que es un juego que aparece de manera inconsciente, viene a ser algo así: “no piensas como yo, entonces no me sirve. Trataré de ponerme por encima de ti, te haré sentir culpable o poco válido”…
Estos “juegos” son un peligro para la salud mental, emocional y física, sin darnos cuenta vamos intoxicando nuestras relaciones, haciendo que se cree una distancia interna, una distancia de los corazones que supuestamente se quieren pero están a años luz de distancia.
Tener un conocimiento interno de las expectativas que tenemos ante la vida seguramente hará que estas se reduzcan, y al reducirse, nuestras relaciones se vivirán desde la calma y el respeto que todos merecemos.