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Helena Moyer: de los pinceles de su abuelo a su primera exposición individual en Zaragoza

Helena Moyer

La artista Helena Moyer vive un momento especial en su carrera artística con su primera exposición individual y la apertura de su estudio en Zaragoza

A sus 25 años, Helena Moyer vive uno de los momentos más significativos de su carrera artística. Este octubre inaugura su primera exposición individual en la Galería Olga Julián, un proyecto que no solo consolida su estilo pictórico, sino que también simboliza un paso firme en su camino profesional.

Su obra, de una sensibilidad contenida y elegante, retrata personajes flotantes que habitan paisajes emocionales más que físicos. Acompañados de flores simbólicas y ejecutados sobre lino crudo tratado con cola de conejo, estos cuerpos hablan del amor propio, de la vulnerabilidad y del afecto cotidiano.

Formada en Zaragoza, Madrid y Florencia —donde recibió una beca para estudiar en la prestigiosa Accademia di Belle Arti—, Helena ha sabido combinar la base técnica clásica con una voz visual íntima y contemporánea. En paralelo a la exposición, ha abierto su primer estudio en Zaragoza, un espacio de trabajo que pronto se transformará también en academia de pintura, dirigida a niños y adultos.

Hemos tenido la oportunidad de charlar con Helena Moyer para conocer sus inicios, la importancia de su primera exposición individual, su nuevo estudio y los proyectos que le esperan de cara al futuro.

P. Volvamos a los inicios. ¿Cómo comienza la pasión por el arte y la trayectoria artística de Helena Moyer? 

El arte ha estado presente en mi vida desde siempre. Mi abuelo era pintor y, durante mi infancia, pasaba la mayoría de los fines de semana con él, viéndole trabajar y pintando a su lado. Crecí en ese entorno, con la pintura como algo cotidiano, accesible y natural. Nunca hubo una imposición, he sentido siempre un apoyo incondicional por parte de mis padres, como si me dieran el permiso de dedicarme a lo que ellos no pudieron. Eso me marcó mucho. 

Todas las decisiones importantes que he tomado han ido siempre en la dirección de construir una vida cerca del arte y la creación. A veces, sin tener claro el destino exacto, pero sí con la certeza de que mi futuro pasaba por estar cerca de pintar. 

P. Te formaste en Zaragoza, Madrid y Florencia. ¿Qué aprendizajes destacas de cada etapa y cómo influyeron en tu obra? 

En Zaragoza hice el bachiller artístico, y eso me ayudó a confirmar que quería seguir por este camino. Después, estudié Bellas Artes en la Universidad Complutense de Madrid, donde la formación era muy académica, centrada en las bases del dibujo, la pintura y la escultura. Aprendí a observar, a construir proporciones, a trabajar el color… Esa base técnica ha sido clave, porque me dio la libertad de elegir conscientemente cómo y qué quiero pintar. 

Más adelante obtuve una beca para estudiar un año en la Accademia di Belle Arti de Florencia. Allí el enfoque era mucho más personal, centrado en que cada alumno desarrollara su propia obra. Me hizo replantearme qué quería contar con mi trabajo. Fue entonces cuando nacieron las primeras obras que sentí como verdaderamente mías, tanto en estilo como en intención. Ese fue el punto de partida de lo que hago hoy.

P. Tu primera exposición individual se inaugura este octubre en la Galería Olga Julián. ¿Qué significa para ti esta primera exposición individual? ¿Cómo ha sido el proceso de prepararla? 

Es un momento muy importante para mi, y también muy emocional. Es la primera vez que muestro de forma completa una línea de obra con la que me siento realmente conectada y orgullosa. Habla del cariño, de esos gestos de afecto que compartimos en la intimidad y que muchas veces pasan desapercibidos. Quería hacer una pintura que hablara desde lo cotidiano, desde lo sencillo pero profundamente humano. 

Trabajo con óleo sobre lino crudo, una técnica que ya siento como parte de mi identidad artística. Le da a las obras una serenidad y una presencia orgánica que encajan muy bien con lo que quiero transmitir. La exposición contará con una combinación de obras de pequeño, medio y gran formato. La sala de la galería es preciosa y quiero aprovechar bien el espacio para que cada obra pueda respirar. 

P. ¿Cómo se dio la posibilidad de entrar a formar parte del elenco de artistas de la Galería Olga Julián? 

Conocí a Olga en la feria Just MAD de Madrid, donde tenía un stand representando a varios artistas. En ese momento yo estaba terminando un máster enfocado en el mercado del arte y, al ver que ella era de Zaragoza, me acerqué a hablarle y le propuse colaborar. Desde el primer momento conectamos muy bien. La galería aún estaba en obras, pero comenzamos a trabajar juntas. 

Con el tiempo, Olga también fue conociendo mi obra y me ofreció unirme a su elenco de artistas. Desde entonces tenemos una relación muy cercana. Estoy muy agradecida por todas las oportunidades que me ha dado, por abrirme las puertas de su galería y por acompañarme en este proceso de crecimiento dentro del mundo del arte, que al principio puede ser bastante incierto y abrumador.

P. ¿Sientes que esta exposición marca un antes y un después en tu carrera? 

Sí, sin duda, sobre todo por lo que ha supuesto a nivel personal. Preparar esta exposición me ha obligado a tomar decisiones más firmes sobre hacia dónde quiero ir como artista. Ha sido un proceso que me ha hecho ver mi pintura como algo que comparto, defiendo y posiciono dentro de un contexto profesional. 

Siento esta exposición como un escalón más que subo dentro de mi carrera artística, un paso que me permite seguir avanzando con mayor claridad, seguridad y compromiso. Llegar hasta aquí ya ha supuesto entrar en una nueva etapa, y me impulsa a continuar con más motivación y confianza. 

P. Has abierto recientemente tu primer estudio en Zaragoza. ¿Qué te motivó a emprender este proyecto y qué proyectos tienes pensados para este espacio? 

Poco después de empezar a colaborar con la Galería Olga Julián, decidí establecerme de forma definitiva en Zaragoza, y con ello vino también la necesidad de tener un lugar propio para pintar. Hasta entonces trabajaba desde casa, pero no era lo ideal. Encontré el estudio casi por casualidad, y fue amor a primera vista. Está muy bien ubicado, justo detrás del Instituto Goya, y tiene todo lo que buscaba: luz natural, amplitud y un ambiente muy acogedor que me transmite sensación de hogar. 

Desde entonces, lo he ido adaptando no solo como mi espacio de trabajo, sino también como el lugar donde, a partir de septiembre, abriré una academia de pintura. Para mí, es un paso muy natural. Llevo muchos años pintando, y poder compartir lo que he aprendido con otras personas, tanto niños como adultos, me hace muchísima ilusión. Quiero que sea un espacio que invite a entrar y a disfrutar del proceso creativo. Las clases serán en grupos reducidos, muy cercanas, y mi objetivo es que cada persona encuentre su propia forma de expresarse a través de la pintura. Soy muy trabajadora, y creo que eso también se refleja en la forma en que quiero enseñar: con dedicación, constancia y mucho cariño.

P. Con la exposición, el estudio y la academia, estás viviendo un momento muy intenso. ¿Cómo te gustaría que evolucionasen estos proyectos?

Si echo la vista atrás y pienso en dónde estaba hace dos años, jamás habría imaginado estar donde estoy ahora. Así que me cuesta proyectarme demasiado hacia el futuro. Lo que sí tengo claro es que no quiero quedarme quieta. Me motiva empezar proyectos nuevos, probar cosas distintas y ver hasta dónde puedo llegar. 

Me gustaría exponer fuera de España, es algo que aún no he tenido la oportunidad de hacer, y seguir creciendo tanto en lo artístico como en lo personal. Lo que no va a cambiar es mi compromiso con la pintura y con disfrutar del proceso. Esta es una profesión que se construye a fuego lento, requiere trabajo constante, paciencia y cuidado, pero confío en que, con el tiempo, dará sus frutos. Mientras tanto, seguiré pintando, compartiendo lo que aprendo y dejando que el camino se vaya dibujando solo.

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