Una gran mezcla de estilos arquitectónicos, edificios históricos, plazas y mucho ocio forman parte de la calle Don Jaime I, una de las más transitadas por los turistas
Se trata de una de las calles más antiguas de Zaragoza, ya que fue una arteria principal de la colonia romana Caesaraugusta
Texto e imágenes de Armando Cerra
Seguimos dando vueltas por Zaragoza y hoy nos toca recorrernos la calle Don Jaime I, una de las más antiguas de la urbe como descubriremos a continuación. La vamos a caminar y a describir desde las orillas del Ebro hasta el Coso, pero habrá quien la recorra a la inversa. Cada uno que lo haga como quiera, pero que la disfruta porque tiene un encanto especial.
Como ya hemos avanzado es una de las calles más antiguas de Zaragoza, tanto como la propia ciudad. Y es que en tiempos de Caesaraugusta por aquí discurría el cardo, o sea, la que vendría a ser una arteria principal de la colonia romana. Por eso no nos ha de extrañar que a esta altura se construyera el primer puente sobre el Ebro. El mismo lugar donde varios siglos después se tendió nuestro Puente de Piedra. Desde ahí, en el cruce con el Paseo Echegaray y Caballero, comenzamos a andar hoy.
Y estando ahí lo primero que llama la atención es esa maravilla arquitectónica que es la Lonja, construida a mediados del siglo XVI para servir a que los mercaderes pudieran exponer todo su género a los ciudadanos. De alguna forma, ese espíritu comercial se ha expandido con el paso del tiempo por toda la calle Don Jaime I, donde vamos a descubrir desde negocios centenarios hasta interesantes propuestas gastronómicas.
Pensando en eso ya hemos llegado a la altura de la plaza del Pilar. Precisamente frente a la fachada de La Seo y el edificio cúbico del Museo del Foro. ¡Ya os habíamos dicho que estamos sobre el Cardus Maximus romano!, y desde luego conectaba el foro con el resto de callejas de la urbe.
No obstante, para entonces y durante muchos siglos, la calle era más revirada que ahora. En realidad era un conglomerado de callejas que no se abrió al Coso hasta el siglo XVIII. Y todavía llegó una transformación más potente a mediados del siglo XIX, más o menos al mismo tiempo que se abría la calle Alfonso I de cuya historia ya os hemos hablado. En esas fechas se decidió darle un trazado más recto, favoreciendo la construcción de grandes casas y bloques. Aunque eso supuso evidentemente derruir muchas casas solariegas y palacios con siglos de historia. ¡Eran otros tiempos!
El caso es que fruto de aquello hoy se disfruta de un conjunto arquitectónico de lo más ecléctico. Por supuesto, al recorrer la calle fijaros en sus escaparates y comercios, pero de vez en cuando levantad la cabeza y contemplad sus construcciones. En el número 48-52 por ejemplo os espera la arquitectura clasicista, mientras que en la otra acera, en el número 39 hay un atractivo bloque de viviendas que sustituyó a una vieja iglesia románica.
También fijaros en el chaflán curvo entre Don Jaime I y la calle Espoz y Mina. Así como en el edificio del número 35, de evidente aire vienés. Es obra de uno de los mejores arquitectos de su época, Francisco Albiñana, quien también levantó el elegante Casino Mercantil del que tanto nos gusta hablar.
Estos son solo unas muestras porque hay otros bloques con estilo art decó, así como academicistas o de gusto ecléctico. En definitiva, un buen repertorio de los gustos estéticos desde finales del siglo XIX hasta las primeras décadas del pasado siglo. No es raro que sea una de las calles más transitadas por los turistas. Y donde hay turistas hay tiendas de recuerdos. Aquí tenemos que recordar al Maño y sus adoquines.
Seguimos andando y llegamos a la primera plaza que se abre a la calle Don Jaime I. Es la plaza Ariño donde se le rinde homenaje a Eduardo Gimeno. El primer cineasta español gracias a su breve grabación de “Salida de minas de doce del Pilar”, filmada allá lejano 1896.
Estamos más o menos en el centro de la calle, así que es un buen momento para hablaros de algún que otro sitio donde tomar algo. Por ejemplo, los que busquen una buena cerveza pueden entrar un poco más abajo al pub The Black Horse. Si tenéis algo de hambre, el restaurante Flor de Lis os está esperando. Y si os apetece un momento de relax y un café, entrad al Didola Don Jaime.
Por supuesto, con el buen tiempo se os antojara un helado y estáis de suerte porque lo podéis tomar tanto en los Helados Tortosa como en Aldo. Y si el cuerpo os pide algo más dulce, atravesar el viejo portalón de la Confitería Fantoba. Este es uno de los establecimientos más que centenarios abiertos en Don Jaime, pero no el único. También han superado el siglo de vida la Zapatería La Alicantina o la Lotería del Rosario.
En fin, que hablando y caminando nos hemos recorrido la calle y hemos llegado a su segunda plaza, la de José Sinués. Una despedida de lo más monumental. Aquí vemos la fachada trasera blanca impoluta del Teatro Principal y ante nosotros quedan tanto las taquillas como las puertas de acceso para los artistas. Así que si hay alguno en la ciudad del que buscáis un autógrafo apostaros junto al deslumbrante memorial de José Sinués y aguardar a la estrella de turno.
De paso mirad también para el otro lado de la calle. Haciendo esquina veréis como se guarda el vistoso rótulo de la Perfumería Rived. Y justo al lado el edificio más antiguo del itinerario: la iglesia de San Gil. Un templo que conserva su fachadas barroca, su torre mudéjar y también pinturas de Ramón Bayeu. Una iglesia que antaño dio nombre a la calle. De hecho, todavía hay quién habla de la calle San Gil. No sabemos explicar muy bien por qué, ya que se le dio su nombre oficial de Don Jaime I en 1857.
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