El encanto rústico de la Finca Torre Mirahuerta, junto a la organización y el catering de La Bastilla, fue esencial para la inolvidable boda de Inés y Álvaro
Cuando una pareja planifica su boda, no solo buscan organizar un evento, sino una experiencia única que refleje su esencia y quede grabada en su memoria y la de sus seres queridos. Esto fue precisamente lo que vivieron Inés y Álvaro el 23 de marzo de 2024. Su boda, celebrada en la histórica Iglesia de San Juan de los Panetes y en la mágica Finca Torre Mirahuerta, cumplió con creces sus sueños, convirtiéndose en una experiencia inolvidable.
La elección de Torre Mirahuerta no fue casualidad. La finca, con su encanto rústico y su casa blanca rodeada de zonas verdes, ofrecía el ambiente perfecto para reflejar la personalidad de la pareja. Inés y Álvaro, quienes siempre soñaron con un lugar especial, encontraron en Torre Mirahuerta el escenario perfecto para su día más importante. La conexión fue inmediata: “Tiene un estilo muy concreto, muy rústico, que encaja muy bien con nuestra forma de ser”, comentaba la pareja.
La recomendación de La Bastilla, el equipo encargado de la organización y el catering llegaron gracias a una boda anterior a la que no habían asistido, pero de la cual Inés había escuchado maravillas. Desde el primer contacto, el trato cercano y profesional de Andrea y Sergio, asesores de La Bastilla, fortaleció su confianza. La amabilidad y profesionalidad fueron valores decisivos, pues Inés y Álvaro querían sentirse cómodos y confiados de que su boda estaba en manos de un equipo comprometido.
La personalización: cada detalle importa
Una de las mayores preocupaciones de la pareja era que cada aspecto del evento reflejara su estilo. La flexibilidad del equipo de La Bastilla fue clave para lograrlo. Desde la inclusión de un buffet con marcas de cervezas especiales hasta los detalles del menú, todo fue cuidadosamente adaptado para satisfacer sus deseos. “Nunca hubo un no rotundo. Si algo no era posible, siempre se ofrecían alternativas que respetaban nuestras ideas iniciales”, relatan Inés y Álvaro.
El banquete dejó una huella en los invitados, quienes alabaron la calidad de la comida. La elección de un menú de aperitivos, con el toque aragonés de la paletilla de Ternasco de Aragón IGP caramelizada como plato principal, fue todo un éxito. Para el postre, la pareja optó por una idea original: una combinación al 50% de dos postres —tarta de manzana y mousse de mascarpone—, lo cual fue también un gran acierto entre los asistentes.
Más allá de lo profesional
El equipo de La Bastilla no solo se encargó de los aspectos logísticos; fue mucho más allá, logrando crear un ambiente cálido y cercano en el que tanto Inés y Álvaro como sus invitados se sintieron como en casa. Álvaro recuerda con emoción cómo los camareros se dirigían a ellos por sus nombres durante la celebración. “Aunque no sabíamos quiénes eran, ellos sí sabían quiénes éramos nosotros, y eso nos hizo sentir aún más especiales”, rememora.
Uno de los detalles más emotivos para Inés fue el gesto de Juan, maître de Torre Mirahuerta, quien durante la recena le sorprendió con las famosas piedras del Ebro, su aperitivo favorito, añadiendo un toque personal que hizo que la novia se sintiera especialmente cuidada.
Además, Andrea, la asesora que los acompañó desde el inicio, estuvo presente hasta el final de la celebración, despidiendo a los novios antes de que se marcharan hacia los autobuses. Este detalle, como tantos otros, evidenció la cercanía y el compromiso de La Bastilla. Los comentarios de amigos y familiares confirmaron la satisfacción de Inés y Álvaro, quienes sin lugar a dudas recomendarían los servicios de La Bastilla a cualquier pareja que desee una boda inolvidable.
Un día inolvidable: Lleno de emociones y de sorpresas
La atmósfera de la boda estuvo cargada de emociones y momentos únicos. Entre discursos, regalos sorpresa y las lágrimas inesperadas de varios asistentes, Inés y Álvaro vivieron una noche mágica que recordarán toda su vida. “Incluso gente que no lo esperabas, veías que se les caía la lágrima”, comenta Álvaro, rememorando con cariño cada instante.
Para esta pareja, la boda fue perfecta no solo por la belleza del lugar y la calidad de la comida, sino también por el ambiente de familiaridad y calidez que se generó. “Nosotros repetiríamos una vez al año, pero sin los meses de preparación”, comentaban entre risas, dejando claro que la experiencia superó sus expectativas en todos los sentidos.
Artículo en colaboración con La Bastilla
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